Historias breves 12

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

UNAS HISTORIAS VIOLENTAS

Una sana costumbre de cada año (o cada dos años) es el estreno de Historias breves, que impone una suerte de recorte sobre parte del audiovisual nacional en germinación: una serie de cortometrajes sin mayor hilo conductor que el de registrar el trabajo de un grupo de egresados de la carrera de cine, y su mirada sobre este arte mayor. En el background de este proyecto se encuentran nombres como los de Pablo Trapero, Daniel Burman o Lucrecia Martel, entre otros muchos talentos, por lo que el desdén es una actitud incorrecta para enfrentarse a lo que puede ser la cantera del futuro. Este año Historias breves llegó a su 12ª edición y, tal vez de manera inconsciente, la serie de cortos presentados sí ofrece una suerte de unidad temática: el centro parece ser la violencia, institucional o hereditaria e incrustada en el núcleo familiar, lo que lleva a reflexionar sobre si tiene que ver la casualidad o el clima de época influye en el pesimismo.

Claro está que hacer una mirada global es incorrecto, ya que no estamos ante una serie de cortos que busquen la homogeneización del concepto: por eso que la calificación a Historias breves la hacemos a partir de un promedio, y redondeando a favor de los realizadores.

Por lo tanto, pasemos a reseñar cada corto de manera individual y en el orden de proyección:

-La canoa de Ulises, de Diego Fió. El corto representa una temática reconocible, que es la del choque entre las tradiciones y la modernidad. Lo hace a partir de registrar la actividad que realizan en la selva dos hacheros, uno anciano y otro joven: el primero buscar inculcar sus costumbres en el otro, que impone desde su vestimenta y artilugios tecnológicos el imperio de la modernidad y la intromisión cultural. Más allá de plantear una situación nada original y de caer a veces en el preciosismo visual que impone el paisaje (notablemente fotografiado), La canosa de Ulises acierta en evitar cualquier tipo de reducción reaccionaria e incluso aporta un pasaje feliz en la puesta en escena de un rap en lengua original.

-El plan, de Víctor Postiglione. La violencia en el hogar, un padre que golpea y maltrata salvajemente a su esposa, y unos niños que planifican algo. El espacio que impone el director es inquietante, más allá de cierto tono grueso en algunas situaciones. Pero está claro que Postiglione aborda la temática desde la mirada del cine de género, y en El plan sobresalen los climas de tensión y cierto subterfugio ominoso vinculable con el cine de terror. Lamentablemente el desenlace se torna previsible y pierde impacto, padeciendo nuevamente el hecho de ser poco sutil.

-Cimarrón, de Chiara Ghio. Es posiblemente el más críptico de los ocho cortometrajes, aunque lo críptico no esté más que dado a partir de la forma con que la directora elige contar una historia que narra la venganza del oprimido. Un trabajo con el sonido y el montaje que apuesta por climas enrarecidos, y la supresión de cualquier tipo de empatía permiten pequeñas muestra de los riesgos que se toma Ghio. Un corto potente, aunque a veces recargado estéticamente.

-Una mujer en el bosque, de César Sodero. Dentro de Historias breves 12 es decididamente el más particular, porque apuesta a la ciencia ficción pero sin dejar de lado el naturalismo del espacio en el que se narra la historia. Un hombre vive en una casa en el bosque con una mujer robot: el film alcanza algunos climas melancólicos en su postal postmoderna a lo Spike Jonze, pero es una triste reflexión sobre el amor y la aceptación de la pérdida.

-Las nadadoras de Villa Rosa, de Josefina Recio. El despertar sexual en la adolescencia es una temática también muy recurrente, y encontrar formas novedosas de contarlo es la tarea que enfrenta la realizadora en este corto. Por momentos, en el registro de un grupo de chicas que hacen natación con una profesora algo exigente, lo logra, porque la puesta en escena es precisa y la utilización de una paleta de colores pastel le suma sobriedad y tensión, aunque en algunos momentos el exceso de elipsis y simbolismos profundicen un “no decir” algo afectado.

-El inconveniente, de Adriana Yurcovich. Uno de los mejores cortos de este paquete pertenece a la experimentada Yurcovich, quien cuenta la aventura de supervivencia que atraviesa una anciana durante la Navidad, en la que se le cortó la luz en el edificio (aparentemente deshabitado) donde vive y que debe aprender a sobrevivir a partir de su imposibilidad para bajar de ese piso 12. El inconveniente se podría haber quedado en el mero registro satírico de algo real (los cortes de luz veraniegos en Capital Federal), pero sería apenas un ejemplo más de costumbrismo. El corto lo trasciende por el humor negro que trasunta y por lo progresivamente aberrante que se va volviendo la experiencia de esta anciana. Gran montaje y aprovechamiento del espacio.

-Las liebres, de Martín Rodríguez Redondo. Al igual que Las nadadoras de Villa Rosa, este corto aborda un asunto que tiene un fuerte imaginario instalado en el cine: en este caso, un padre que sale a cazar con su hijo como reflexión sobre la imposición de discursos machistas y patriarcales. Si bien por momentos no se corre demasiado de una mirada un poco vista, es gracias a las actuaciones, sin desbordes ni sobreactuaciones, especialmente del pequeño Leonel Hucalo como ese niño que se niega a matar una liebre, donde se alcanza a ver con mayor precisión cómo la normalización de esos discursos irrumpe de manera violenta en el imaginario infantil.

-Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia, de Dolores Montaño. Tal vez la verdadera rareza de Historias breves 12 sea este corto, no porque tenga algún tipo de distinción formal o temática, sino más bien porque apuesta definitivamente por la comedia, entre tanto drama y cosa pesada. Tres agentes policiales están en el interior de un camión hidrante, esperando entrar en acción. El humor surge por el enrarecimiento que lo considerado “normal” adquiere en un espacio poco habitual, pero incluso por el grotesco con el que se expone el discurso institucional de la fuerza represiva. Motaño, además, hace un muy atractivo uso del espacio off. El final no está a la altura, pero no limita los logros de este corto.