Hermanos

Crítica de Leo Aquiba Senderovsky - ¿Crítico Yo?

Otro film sobre las secuelas de guerra, en este caso dirigido por Jim Sheridan (el de Mi pie izquierdo y En el nombre del padre), y remake de un film danés realizado unos años atrás.

La adaptación de la película original podía servir para un planteo atractivo sobre las culpas que afloran en una familia, a partir del momento en el que una mujer comienza a aferrarse a su cuñado, luego de que su marido partió a la guerra. Más aún si el marido es Tobey Maguire, la mujer Natalie Portman y el cuñado Jake Gyllenhaal, un potente trío de estrellas, para un triángulo amoroso bastante problemático. Pero no, nada de eso. Esta adaptación utiliza como excusa seductora el triángulo en cuestión, pero se enfoca en una mirada sobre la guerra terriblemente parcial y maniquea.

El film presenta el primer quiebre cuando los oficiales le dan a entender a Grace que Sam, su marido, puede haber muerto en combate. Grace hace el duelo pertinente, y Tommy, el cuñado, quien hasta ese momento era un alcohólico perdido que acababa de salir de prisión, hace un giro radical en su vida y comienza a comportarse como corresponde, hasta empezar a reemplazar a su supuestamente difunto hermano. Sin embargo, mientras vemos cómo se reconfigura la familia, presenciamos, a su vez, el derrotero de Sam, que no está muerto, sino que ha sido tomado como prisionero de guerra y sometido a las torturas físicas y psicológicas más cruentas.

Tiempo después, un irreconocible Sam regresa al hogar y su familia debe enfrentar no sólo que no murió, sino que se ha convertido en un ser enajenado, producto de un hecho específico sucedido en medio de las torturas, mientras que Grace debe lidiar con la culpa que siente por haber besado al hermano de su marido (sí, el conservadurismo de turno ha reducido el planteo triangular a un simple beso) cuando a éste se lo daba por muerto. El triángulo pierde peso desde el momento en el que se lo presenta en paralelo a la pesadilla vivida por Sam, la culpa de Grace no tiene sentido frente a lo que carga Sam de sus días en Afganistán, y es este hecho el que lo convierte a Sam, a su regreso, en un sujeto alienado y con una carga irracional de furia, que estalla cuando se entera, de manera distorsionada, lo de su mujer con su cuñado. Al tomar a las torturas de los islámicos, como el detonante crucial de la errática conducta posterior de Sam, notamos que a Sheridan, o a los productores, les interesó apelar a la versión americana del conflicto en Afganistán, ensañándose con una imagen bruta y despiadada de los islámicos. Nótese el comportamiento grotesco de ellos, frente al exceso de civilización de los representantes militares yanquis, la antítesis perfecta del cúmulo de films antibélicos que, desde Hollywood, han sabido escarbar sin concesiones en la naturaleza de estos conflictos bestiales.

Independientemente de las sólidas actuaciones del terceto principal, especialmente de un sorprendente Tobey Maguire, cuyo rostro aniñado desencaja a priori con el vuelco que da su personaje, a fin de cuentas, estamos ante una película que se viste de film antibélico, narrando lo que supuestamente son las heridas de guerra, pero que, en definitiva, no son otra cosa que las heridas provocadas por los “malditos islámicos”, tal como los cataloga la película en cada fotograma en el que aparecen. El triángulo está más cerca de la telenovela que del drama romántico, el aspecto bélico y su componente dramático, ha sido viciado por un discurso muy ligado al prejuicio, a la paranoia y al maniqueísmo yanqui, y en el medio, Jim Sheridan, quien hace las cosas bien, aunque viendo lo previsible y lo unilateral del planteo de esta película, su intervención suma demasiado poco.