Hermanos de sangre

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

El cine argentino que casi nadie ve

Ya comentada, breve y favorablemente, por el colega y amigo Luis Kramer durante el último Festival de Mar del Plata se estrena ahora "Hermanos de sangre", ganadora de la Competencia Argentina en dicho evento.

Fue dirigida por Daniel de la Vega que ya había hecho "Jennifer's Shadow", una coproducción con Estados Unidos del 2004 donde actuaban Faye Dunaway y Duilio Marzio.

Sus tres largometrajes comparten similar género con predominio del "gore", tal cual acontece con la que ahora nos ocupa. Ello limita, o mejor sería decir concentra su interés en un tipo de público ávido por consumir este tipo de producto y que suele responder bien, al menos durante la primera semana de estreno.

Aquí la historia gira alrededor de un joven algo obeso de curioso nombre (Matías Timmerman), interpretado por Alejandro Parrilla. En la primera escena se lo ve reconociendo varios cadáveres, incluso uno cuya cabeza ha sido cercenada del cuerpo. De allí en más un largo "flashback" irá reconstruyendo las acciones que llevaron a tantas muertes y que tienen como victimario principal a otro personaje, Nicolás Galvagno, algo así como el diablo personificado, en acertada interpretación de Sergio Boris. El encuentro entre ambos se producirá en un local bailable con atractivas y pulposas mujeres incluyendo a la Coqui Sarli (ya vista en "Mis días con Gloria", junto a su madre). Nicolás convencerá al débil Matías de que es su mejor amigo y ambos recibirán a Dora, la tía del segundo, una exagerada caracterización de Carlos Perciavale. Otro tanto será la que protagoniza Jimena Anganuzzi (Belén), que conformará un "trío infernal" con los dos caracteres centrales. Juan Palomino no desentonará como el comisario poco ortodoxo que indaga el origen de las mutilaciones de los cuerpos encontrados, donde hasta se ha utilizado una motosierra en una bañera...

El comentario anterior es suficientemente explícito sobre el tipo de película que se nos ofrece, muy abundante dentro de la cinematografía norteamericana de clase B. "Hermanos de sangre" no es inferior a muchas de las producciones de los Estados Unidos de este género que se estrenan en nuestro país, pero donde se diferencia es en la respuesta del público.

El día de su estreno en catorce salas que incluyen a los principales circuitos cinematográficos (Hoyts, Cinemark, Village, Showcase) la vieron apenas doscientos personas, es decir un promedio de 14 espectadores por sala. Y ello pese a comentarios en general favorables aunque quizás demasiado generosos de cierta crítica local.

La escasa respuesta de público plantea entonces un interrogante acerca de la causa de la misma. Este cronista estima que la respuesta podría estar en un tema que ya ha venido planteando en varias oportunidades: la excesiva producción de largometrajes en nuestro país.

En el recientemente publicado Anuario de Ultracine se consigna que habría habido 154 estrenos locales durante el 2012. Es decir que un 50% de las películas estrenadas serían argentinas con apenas un 10 % de la taquilla. Lo grave es que parte muy significativa de esa producción, que hemos podido ver, posee muy escasos méritos artísticos o de interés para el público. Es este último el que se está inclinando peligrosamente a una generalización negativa que debería intentarse revertir.

Sería bueno que se tomen como ejemplo a seguir los casos de Chile e incluso de México que, con muchas menos producciones, están logrando mayor impacto internacional que nuestra abultada cinematografía.