Hermanos de sangre

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

La argentinidad al... cine de género

La película argentina cómica-policial-gore-ultrapop-tarantinesca cosecha argentina de 2011/12 se llamó Diablo. La de 2012/13, más allá de que aún queden largos seis meses y pico, seguramente será Hermanos de sangre. Los vínculos trascienden la pantalla: la primera, dirigida por Nicanor Loreti, ganó la competencia nacional del Festival de Mar del Plata 2011 y la otra, con guión escrito a seis manos, entre ellas las de Loreti, hizo lo propio en la edición de 2012.

Dirigida por Daniel de la Vega, de amplia experiencia en el cine de terror independiente (en su haber figuran La muerte conoce tu nombre y Jennifer's Shadow, dos films para el mercado hogareño norteamericano, el último protagonizado ni más ni menos que por Faye Dunaway), Hermanos de sangre sigue las desventuras de Matías (Alejandro Parrilla), un joven gordito encastrado en un trabajo burocrático que, para colmo de males, está enamorado secretamente de una compañera. Compañera que, claro, no parece verlo como una candidato viable, ubicándolo en la difusa línea de la amistad intergénero. Hasta que un misterioso ex colega del coro infantil (notable Sergio Boris, también protagonista de Diablo) se cruza en su vida y empieza a actuar como una suerte de ángel guardián, allanándole el camino laboral y emocional. El problema es que lo hace a fuerza de tiros y una pila de muertos.

Menos sórdida y más cómica que Diablo, Hermanos de sangre apuesta al exceso y a la retorsión de la rutina sometiendo a su protagonista ordinario a situaciones extraordinarias. Sí, es cierto que la negrura de Quentin Tarantino y la estilización visual de Guy Ritchie serán referencias ineludibles, pero el gran mérito de De la Vega y compañía es evitar la copia para, en cambio, constituir un mundo habitado por criaturas eminente argentas. Ver sino la notable tía cascarrabias interpretada por… Carlos Perciavale. O también el notable comic relief que es el fotógrafo de la agencia donde trabaja Matías.

Narrativamente sólida y pareja en todo su metraje, portadora de varios de los grandes picos de comicidad del cine argentino en el último año y medio (hay que retroceder hasta De caravana para encontrar otra comedia tan redonda), Hermanos de sangre es una de las mejores apuestas del cine argentino a los géneros narrativos tradicionales.