Heredero del diablo

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Fondo negro, letras blancas. Pasaje de La Biblia. Juan 2:18 dice: “…va a haber muchos anticristos más”. Lo que faltaba, la Biblia misma anuncia secuelas, y a juzgar por éste producto es lo peor anunciado por las escrituras desde el diluvio universal.
Primera escena de “Heredero del diablo”, un Interrogatorio filmado. Un policía le pide a Zach (Zach Gilford) que cuente todo desde el principio. Flashback (pongámosle así): Zach sigue con su cámara a Samantha (Allison Miller), su novia. Así nos enteraremos del inminente casamiento, luna de miel y proyecto familiar. Casamiento. Ya no es Zach quien filma, pero la estética se respeta. Lo mismo que en escenas como la del supermercado, donde una nena que también toma una cámara… Suponemos que todos los personajes compraron el mismo modelo de camarita e hicieron el cursito de cómo usarla en la misma escuela. También suponemos que en realidad Zach le está contando a la policía no sólo sus recuerdos, si no los de todos los testigos.
Las que mencionamos no serán las únicas burlas a la inteligencia del espectador. También lo será el montaje mentiroso, y los movimientos de cámara más mentirosos aún pretendiendo dar una impronta amateur cuando claramente está todo manejado por profesionales.
El argumento parece querer narrar cómo en una noche borrosa y de alcohol, durante la luna de miel, la pareja es llevada a un ritual en el cual ella queda embarazada del diablo sin saberlo. Se ve que sigue vigente aquello de que “te destapen la bebida delante tuyo” pregonado por nuestras madres. El espectador deberá ser muy paciente para llegar al minuto 62, momento en el cual hay algo de acción en serio. Lo demás son simples amagues en teoría, para ayudar al relato a crecer en tensión cosa que no ocurre porque cada situación está tan mal construida que se ve venir desde kilómetros.
Como suele suceder en esto de “archivo encontrado”, con una sola cámara se hace insostenible visualmente con lo cual se termina cayendo en la trampa de cámaras fijas tipo seguridad, o directamente abandonando la cámara en mano o cambiando de ángulo arbitrariamente provocando una suerte de traición a la propia propuesta estética.
En todo caso, los trabajos actorales (tienen un registro natural acorde con lo que necesita el género), son lo más “creíble” en “Heredero del diablo”.
No me lo va a creer, pero hizo falta dos directores para llegar a esto. Lo que hubiera salido con uno sólo, ¡mamita!… Los culpables de esta película son Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, responsables del peor segmento de aquella “Las crónicas del miedo” de 2012. Con semejante antecedente no esperábamos mucho, pero tampoco que fuera peor.
Prepárese para el final que anticipa la que viene, ya no es falta de sutileza sino de vergüenza.