Hasta que el cuerpo aguante

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Egoísmo y vacuidad

Al Hollywood facilista de las últimas dos décadas le encanta refritar fórmulas que en algún momento fueron novedosas y/ o inconformistas hasta llegar al extremo de agotarlas y dejar en evidencia la vacuidad discursiva que opera en la mayoría de los productos de nuestros días del mainstream destinado al entretenimiento pasatista, ese que en otras etapas de la industria sí incluía una mínima dosis de originalidad y hasta a veces una efervescencia que terminaba trasladándose hacia el otro lado de la pantalla. La comedia fue sin duda el rubro que más sufrió esta tendencia, ya que casi todos los exponentes del género están centrados en burgueses egoístas y estúpidos que se dedican a celebrar su egoísmo y estupidez a costa de cualquiera que se cruce en su camino, lo que para colmo termina funcionando como una suerte de apología de la levedad del norteamericano promedio y sus homólogos en el globo.

Dicho de otro modo, películas como Hasta que el Cuerpo Aguante (Rough Night, 2017) están dirigidas a las últimas generaciones de consumidores apáticos con alto poder adquisitivo que se sienten omnipresentes en su banalidad, cretinismo y desinterés total para con el resto de los mortales. El film en su conjunto, en esencia un rip-off en clave femenina de la también desastrosa ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover, 2009), ni siquiera es gracioso debido a la presencia de una infinidad de chistes largamente quemados y vaciados de toda la potencia retórica de antaño. Hasta el desarrollo de personajes es lamentable gracias a que vuelven los estereotipos de siempre vinculados a las caricaturas más aburridas en torno a las mujeres: está la exitosa que pretende un cargo público, la gordita calentona que se hace la festiva, la extranjera freak, la madre separada y la lesbiana fea enamorada de la anterior.

Aquí nos topamos otra vez con una premisa de base centrada en una despedida de soltera que deviene en el asesinato del stripper/ “prostituto” de turno a la Malos Pensamientos (Very Bad Things, 1998), y encima todo asimismo condimentado con una serie de escenas eternas en las que las protagonistas deben simular que el fallecido está vivo en sintonía con la recordada Fin de Semana de Locura (Weekend at Bernie’s, 1989). Las referencias a estos dos mojones del humor negro sacan a relucir permanentemente la idiotez de Hasta que el Cuerpo Aguante y empantanan cualquier posibilidad de que la propuesta pueda despegar con voz propia, a lo que se suma ese fetiche del Hollywood actual relacionado con construir personajes huecos e ignorantes -como señalábamos anteriormente- para quienes la amistad es sinónimo de meterse cocaína en las narices, putear segundo por medio y rogar por penes.

La necedad por la necedad en sí ya dejó de ser valiosa hace mucho tiempo y la industria en general debería recordar que las sandeces sin comentario social/ político/ económico son equivalentes a una ponderación de los componentes más individualistas y detestables de la sociedad contemporánea, esa que confunde constantemente la imagen de tipo publicitario y la pose reventada patética con una realidad que desconoce. El único ítem redentor pasa por la participación de la gran Scarlett Johansson, en esta oportunidad totalmente desperdiciada y bastante fuera de lugar entre tantas pavadas y situaciones de manual vetusto del género, reproduciendo los típicos opuestos masculinos (por un lado personajes obsesionados con el sexo y por el otro personajes recatados y familieros bobos) sin intercalar ninguna solución intermedia que nos permita salir de la lógica de la hipérbole fallida y agotada al extremo…