Hachazos

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Pequeños indicios, eso es lo que deja la película “Hachazos”.

Andres Di Tella es el realizador, narrador e investigador de la película. Evidentemente la existencia de Claudio Caldini y su obra han sido, y son muy influyentes, en su vida como artista. La curiosidad por indagar hasta lo más profundo sobre este cineasta lo llevó a escribir un libro llamado “Hachazos” y posteriormente la película del mismo nombre que se estrenó esta semana.

Las imágenes de este filme intentan constantemente de emular la obra de Caldini (por no decir adular). De hecho, salvo el comienzo y el final, “Hachazos” se divide en cuatro partes denominadas "Reconstrucción". Cada una de ellas invita al director a contar y mostrar cómo filmó algunas de las tomas de aquellos cortos en paso Super 8 realizados en la década del ‘70. Mientras tanto, la narración de Di Tella oscila entre su admiración por la obra y un recorrido esporádico por la vida de Caldini.

Pongamos esto en claro. Si el objetivo del documental fue filmar un proceso muy íntimo sobre la influencia y admiración que un artista puede provocar, seguramente el director de “Montoneros, una historia” (1994) debe estar contento con el resultado de “Hachazos”. Ahora bien, desde el lado del espectador, satisfacer la curiosidad de conocer a Caldini quedará para otra ocasión. Hasta el mismo artista discute con Di Tella sobre el contenido que se está filmando, en ese momento es cuando le aclara que lo que está haciendo es ficción y no un documental sobre él. Por suerte, el sonido y la iluminación son correctos y superan la acústica de las salas en la que se exhiben.

Desconocía la existencia de éste realizador de la década del ‘70. “Hachazos” deja en claro (mencionando, más que desarrollando) que Claudio Caldini filmó en Super 8 en esa época; luego se autoexilió en India en donde parece que se volvió loco; después regresó a nuestro país y dejó de hacer cine durante muchos años. Nada más. Apenas un poco de contexto del ámbito en el que se movía de joven (imágenes de Omar Chabán, Marta Minujín y otros artistas contraculturales) y un concepto subrayado varias veces:

“Es un cineasta distinto, silencioso, reacio a la vida pública y lo suficientemente reservado como para mostrar lo que filmaba sólo en ocasiones puntuales. “

En este aspecto, “Hachazos” parece hacer lo mismo con lo mucho que su director conoce de la vida del artista después de dos años de estar a su lado. O sea, revelar muy poco de ella y pretender que se entienda todo con algunas imágenes sugestivas. Irónico teniendo en cuenta que en una entrevista a la Revista Ñ, Di Tella responsabilizó a los críticos de no dar a conocer ni revisar la historia de nuestro cine en general y de Caldini en particular. Si fuera cierto, aquí se da una situación parecida: El documental propone una estética, pero pone poca luz sobre la historia del artista en cuestión.

Terminada la proyección de “Hachazos”, el espectador sabrá que Claudio Caldini existe y que Andrés Di Tella lo admira mucho. El resto dependerá de estar pendiente de cuándo Caldini (hoy es cuidador en una quinta en la provincia de Buenos Aires) decida viajar con su valija para mostrar lo que filmó (o aquel material que todavia conserva) pues no hay copias de su obra en ningún otro formato y el original (Super 8) es irreversible.