Hachazos

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

El documentalista e investigador Andrés Di Tella, con el respaldo de otro especialista en el género como Marcelo Céspedes, va en búsqueda de Claudio Caldini, verdadero prócer del cine alternativo y experimental. Detrás de un circunspecto hombre recluido en una quinta suburbana, a veces lozano y lleno de bríos como cuando filmaba en su juventud y otras inexpresivo y distante, se halla oculto un verdadero genio de la imagen. Hijo de un empecinado cineasta aficionado, no ve reflejada su gran estatura artística a través de este film disperso y mal enfocado, que acaso debió haberse llamado El cineasta secreto, como el propio Caldini se auto denomina, en lugar de la inapropiada y nunca explicitada Hachazos. El realizador –lejos de su brillante Fotografías- lo registra en su cotidianeidad mientras busca descifrar las motivaciones de su cine, salpicando fragmentos de su obra en súper-8, formato hoy justamente homenajeado por la dupla Spielberg-Abrams. Pero lo mejor de la película es un final con Caldini en su esplendor exhibiendo una pieza rodada en esos días con tres proyectores simultáneos que va manejando como un director de orquesta. Un breve y extraordinario momento visual y sensorial que el film le debe mucho más a Caldini que a Di Tella. Aún así Hachazos tiene el mérito de sacar del anonimato a un cineasta fuera de serie, merecedor de un ciclo con su obra.