The Gunman: El objetivo

Crítica de Fernando López - La Nación

El director de The Gunman: el objetivo es Pierre Morel, el mismo que en Búsqueda implacable operó la transformación de Liam Neeson de respetado actor dramático a héroe de acción, con el consecuente ensanchamiento de su campo de trabajo. No cuesta imaginar que al elegir al cineasta y ex director de fotografía francés para su nueva película, Sean Penn habrá perseguido un objetivo similar, si se considera que este tipo de productos no suele haber sido frecuentado por el actor de Milk, Río Místico, Mientras estés conmigo o Dulce y melancólico. Y más todavía si se advierte que además de protagonista absoluto el actor es en este caso también productor y coautor del guión y que el personaje que se reservó -el de un ex mercenario asesino mezclado en una especie de intriga internacional- lo obliga a aparecer muchas veces sin camisa para mostrar el resultado de su trabajo en el gimnasio. Y también, claro, para avisar que lo que estamos viendo es una película de acción y que tras el prólogo, en una República Democrática del Congo cuyas riquezas naturales han sido permanente motivo de guerras civiles y masacres a las que también contribuye el protagonista cuando asesina a un líder progresista antes de desaparecer de África dejando al gran amor de su vida -una bella muchacha dedicada a la labor humanitaria- prácticamente en brazos de un colega (Bardem) que promete protegerla.

El resto sigue en la actualidad, con cambio de escenarios (Londres, Barcelona, Gibraltar), traiciones varias, batallas a tiros, a golpes, a cuchilladas y machetazos en los lugares más inesperados, para llegar a su culminación en la plaza de toros de Barcelona, aquí colmada de público aunque las corridas están prohibidas allí desde 2012.

Se habla mucho porque hay mucho que explicar en esta especie de intriga internacional que se expone bastante confusamente (las metáforas que emplea Idris Elba en su fugaz aparición son un ejemplo) y las escenas de acción tampoco tienen el brío ni el profesionalismo que Morel mostró en otros casos: aquí no agregan demasiado atractivo. Entre todos ellos, Penn circula sin excesiva convicción y con cierto aire de superioridad, como sintiéndose muy por encima de las exigencias de su papel. Algunos apuntecitos críticos sobre los intereses políticos y económicos que se mueven por detrás de estas intrigas internacionales suenan postizos, mientras el buen elenco hace lo que puede.