Goodbye Solo

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Y el viento los llevará

La tercera película de Ramin Bahrani es un emotivo relato sobre la relación entre dos hombres.

La primera escena de Goodbye Solo hará recordar a los espectadores a El sabor de la cereza. Un hombre anciano, con cara de pocos amigos, se sube a un taxi manejado por un inmigrante senegalés y le hace un extraño pedido: le pagará cien dólares para que lo lleve unos días después hasta Bowling Rock -el pico de una montaña en Carolina del Norte en el que se produce un extraño fenómeno meteorológico que hace que los objetos que se lanzan allí vuelvan a subir-, que lo deje ahí y se vuelva.

Solo, el taxista en cuestión, sospecha que el hombre trama algo (¿suicidarse, acaso?) y empezará, de a poco, a inmiscuirse en su vida y a tratar no sólo de descubrir qué le sucede sino de contagiarle algo de esa energía entusiasta que a él le sobra.

La vida de Solo no es perfecta: no está contento con su trabajo y su relación con su esposa latina es bastante tensa. Pero el tipo mira a la vida con otro prisma. Así como William -de quien sabremos poco a lo largo del filme, pero podemos imaginar que tiene un pasado duro y difícil sólo con ver su rostro y escucharlo farfullar- ha dejado de hacerse ilusiones, Solo las conserva, pese que que el mundo que lo rodea no ofrece demasiados motivos para el optimismo.

Este choque/encuentro entre un veterano desanimado y un joven impetuoso podría generar todos los clichés imaginables del cine de Hollywood. Pero Ramin Bahrani, que trabaja en un universo paralelo al de los grandes estudios, los evita a conciencia. Por más que esos temas estén ahí, la belleza de Goodbye Solo (la misma que la de sus anteriores Man Push Cart y Chop Shop) está en la naturalidad, frescura y urbana poesía que el director le imprime a sus imágenes y a las actuaciones de su pequeño elenco.

Bahrami es un cronista de ese "otro lado del sueño americano", parte de lo que algún crítico de los Estados Unidos ha llamado el "neo-neorrealismo" norteamericano. Sus admitidas influencias son Roberto Rossellini (dice que Las flores de San Francisco fue una inspiración para esta película), lo mismo que Vittorio De Sica, el primer Pasolini y no niega la filiación del filme con el de Abbas Kiarostami. De cualquier manera y pese a la sensación "documentalista" que trasluce su película, Bahrami estructura el relato de manera bastante clásica. William y Solo se irán conociendo, amigando, irritando, fastidiando, reconciliando, hasta que la situación llegue a su anunciado punto límite.

La película evita sin embargo la mayoría de los lugares comunes y discursos (si bien hay un par de subrayados innecesarios) y crece, humanamente, gracias también a sus protagonistas. Red West, un veterano doble y actor de películas de Clase B cuya fama viene de haber sido amigo y guardaespaldas de Elvis Presley, tiene una presencia que empieza por asustar y termina por enternecernos. Con el taxista -el marfileño Souleymane Sy Savane- pasa lo contrario: su excesiva simpatía puede parecer irritante al principio, pero de a poco nos conquista con esa sonrisa que, sabemos, oculta bastantes pesares.

Goodbye Solo es uno de los grandes estrenos de este año, y que se ofrezca en copias en fílmico (35 mm.), es casi un milagro. Una película pequeña, humana, más compleja de lo que deja entrever su aparente simplicidad. Una joyita en la cartelera porteña