Godzilla

Crítica de Marisa Cariolo - CineFreaks

La leyenda que no continúa

Godzilla o Gojira, como prefieran llamarlo, nació en el año 1954 como un emergente del terror emanado del terror post bombardeo de Hiroshima. Como la forma corpórea y monstruosa de mostrar cómo el pueblo había sido masacrado por la intolerancia del hombre. Sus primeras apariciones en cine vinieron de la mano de un traje de goma que se ceñía sobre el pequeño cuerpo de Haruo Nakajima, quien interpretó al monstruo por más de 20 años.

Los films realizados por la productora Toho tenían la particularidad de ser interpretados por este pequeño actor quien se trenzaba en grandes combates con diversos monstruos del imaginario japonés e incluso mundial llegando a medir sus fuerzas con personajes tales como King Kong. Poco a poco el gran monstruo fue perdiendo su impronta de recordatorio de la desgracia nuclear para convertirse en el gran gladiador que se batía en duelo con los mas diversos oponentes.

Lo cierto es que la mirada japonesa sobre el personaje siempre puso especial énfasis en el mismo dejando de lado el protagonismo de los seres humanos que lo circundaban, las ciudades enteras eran meros campos de batallas donde el gigante realizaba sus proezas épicas.

Las versiones norteamericanas del gigante han sido por demás deficientes, aún tenemos en nuestra memoria la fallida entrega de Emmerich que nos entregó una grandeza solo de tamaño pero una visión simplista de la alegoría nipona.

Las esperanzas en esta nueva entrega eran muchas: la tecnología del CGI puesta al servicio de un relato ágil y con interpretes tales como Bryan Cranston, Juliette Binoche y Aaron Taylor-Johnson parecía ser una combinación exitosa.

Imaginarnos la tecnología actual al servicio de Godzilla para moverse por las urbes batiéndose a duelo con enemigos circunstanciales y con las imágenes de Titanes del Pacífico en nuestra mente ya nos hacia relamernos en nuestras butacas.

Sin embargo algo en la ecuación no salió como lo esperábamos y, luego de un auspicioso inicio donde se plantea el eje de las relaciones personales y subtramas más que interesantes, la historia paulatinamente comienza a derrapar. Bryan Cranston personifica al científico loco al que nadie escucha pero el tiempo evidenciará su acierto, Binoche es el elemento romántico y trágico de la historia. Tremendos eventos ocurren y son ocultados por el gobierno, el elemento de la conspiración y la paranoia se hace presente como en todo relato que se precie: entonces el marco de situación es perfecto para la aparición de Godzilla.

Y es justamente en este momento donde las esperanzas del espectador se derrumban como los edificios que el gigante destroza a su paso: las primeros cameos de Godzilla son apenas pantallazos que nos preparan para lo que suponemos será una gran batalla final. Emulando el recurso narrativo utilizado en Tiburón la amenaza no se termina de dibujar hasta avanzado el relato lo que no sería una mala decisión si efectivamente luego se desarrolla el combate tan ansiado.

Es aquí donde Edwards comete el error más grosero para el espectador amante de la inmensa criatura: no le da lo que promete, no desarrolla la épica batalla que tanto promete durante el relato y es entonces donde Godzilla empieza a desdibujarse.

En cierto pasaje del relato se trata de la relación del hombre con la naturaleza y como erróneamente el primero cree tener dominio sobre lo que ocurre con la segunda. Paradójicamente el director comete el mismo error en la realización del film: obviando al verdadero protagonista para dotar de intensidad y matices a personajes secundarios que poco aportan al ávido publico hambriento de grandilocuentes escenas con el majestuoso kaiju.

Como la gran mayoría de las adaptaciones de Hollywood de las obras orientales, Godzilla es un film que funciona desde lo estético y el artilugio visual, pero que desvirtúa el espíritu de la obra original. La excesiva solemnidad del tono elegido por Edwards poco tiene que ver con el lúdico y fluido ritmo de los relatos de la productora Toho y nos demuestra que en ciertos casos el avance de la tecnología no va unido con una evolución en materia de guión o realización del relato.

Así el Godzilla de Edwards termina siendo un monstruo sin sustento tanto fuera como dentro de la pantalla, que no llega a desarrollarse nunca y nos deja con una sensación de haber presenciado otra fallida mirada simplista de la industria sobre un clásico del entretenimiento