Gigantes de acero

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Está claro que el “pochoclo” no es un género cinematográfico ¿no? Pero el término ya está instalado entre todos para denominar un tipo de cine que sólo apunta a dos cosas: entretener y vender muchas entradas. Estados Unidos puede proclamarse como el país de mayor producción de este estilo, sin que esto signifique necesariamente un mérito. Ahora bien, dentro del cine “pochoclo” hay también convenciones, reglas y demás aditamentos que de no estar puede derivarse en un “pochoclo” incomible, y por el mismo precio en un fracaso de taquilla. Voy a hablar de “Gigantes de acero”.

Si las páginas de los guiones de “Halcón” (Menahem Golan, 1987) y “El campeón” (Franco Zeffirelli, 1979) fueran cartas de un mazo y las mezcláramos durante varios minutos, seguramente al barajar quedaría el guión que John Gatins escribió para “Gigantes de acero”.

En un futuro cercano, el ex boxeador Charlie Kenton (Hugh Jackman) es el dueño de un robot a control remoto que sirve para pelear (contra otros robots o contra algún toro en un rodeo). Fue tanto el deseo de sangre del público de boxeo que se decidió reemplazar a los hombres por máquinas así, de última, las que se hacen pedazos son ellas.

En realidad Charlie es un perdedor nato. Todo le sale mal. Incluso ser padre de Max (Dakota Goyo), un niño de 11 años a quién está dispuesto a vender (dar en adopción) al marido de su ex – mujer con tal de conseguir dinero para otro robot y así saldar deudas, y ver si puede salir de pobre con el dinero generado en apuestas. Pero antes de deshacerse de su hijo deberá hacerse cargo él durante unos días, hasta que su madre vuelva de vacaciones. Momento propicio para que la relación entre ambos fluya, ya que Max es fanático de las peleas de robots, o sea la punta del ovillo para desarrollar el resto de la trama que irá deambulando entre acuerdos y desacuerdos. Entre los dos descubren a Atom, un robot sparring, al que entrenarán para intentar llevarlo de ser un “don nada” a campeón. Igualito a Rocky, vea lo que son las cosas.

Como toda producción de este tipo, el trabajo de compaginación es fundamental para mantener el nivel de verosimilitud intacto (o sea que no se noten los efectos) En este aspecto el mérito es de Dean Zimmerman, quién ya hizo trabajos sólidos en producciones flojas como “Los viajes de Gulliver”, (2010) o la segunda parte de “Una noche en el museo”. (2006/2009) Gran parte de todo esto también se lo lleva el destacable trabajo de fotografía de Mauro Fiore. Por supuesto que los climas de pelea y de actos heroicos están bien apuntalados por la banda de sonido de Danny Elfman cuya composición salió casi de taquito.

“Gigantes de acero” tiene el mérito de no jugar con la inteligencia de nadie; ni pecar de pretensiosa con alguna moraleja de ocasión. Es técnicamente ambiciosa (todas las secuencias de robots tienen un realismo asombroso) y estructuralmente sencilla. A usted le va a sonar haber visto esta película más de una vez, pero con otros actores y en todo caso sin robots. No va a estar equivocado. Por otro lado, si vio “Halcón” (1987) todas las veces que se dio por TV, entonces no tiene excusas para no entretenerse con “Gigantes de acero”. Vaya tranquilo con los chicos.