Gallero

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Gallero tiene un trabajo visual mucho más acabado. Con una fotografía en HD por momentos preciosista, una puesta en escena más ambiciosa y un guión estructurado, la historia transcurre en Catamarca. Mario (Gustavo Almada) es un criador de gallos de riña que, en una changa en un pueblito alejado, conoce a Julia (Silvia Zerbini), una mujer ya anciana que perdió a toda su familia en un accidente, y se aferra a los recuerdos y la religión.

Con gran sentido plástico, Mazza juega con los contrastes paisajísticos: la casa de Mario está en una zona montañosa y húmeda; la de Julia, en una región árida, arenosa. El irá acercándose a ella, sin animarse -al principio- a pensar en su creciente impulso sexual, que desahoga con una prostituta de un burdel. Como en El amarillo, el espectador sentirá empatía con los personajes y pertenencia momentánea al lugar retratado: su bella gravitación y su infinita melancolía.