Frankenweenie

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Perra muerte

Los personajes son terroríficamente adorables. La proyección en 3D, magnífica. El color de las imágenes, blanco y negro. El argumento, conocido, pero a la vez rico, porque nadie se baña dos veces en el mismo relato. Hay algunos momentos donde el atractivo del cuento decae en algo, pero el final reivindica toda posible duda, pues es a toda orquesta, con acción, dramático, romántico, espeluznante y mágico.

Víctor es un niño curioso, fanatizado por la ciencia, cuyo perro un día muere atropellado por un auto. Buscando salir de su tristeza, el chico inventa una máquina a electricidad que le permite revivir al cusco (que se llama Sparky, en inglés, palabra derivada de "Chispa"). Pero sus compañeros de colegio lo espían, y le roban la idea para hacer maldades, hasta que la travesura se desmadra y ponen en peligro al pueblo donde viven.

El director Tim Burton filmó hace casi 30 años un corto de casi media hora de duración, llamado Frankenweenie, que recientemente decidió desarrollar hasta convertirlo en este largometraje.

En el filme encontramos casi todos los tics del autor de Beetlejuice, El extraño mundo de Jack, Ed Wood o El joven manos de tijeras, por nombrar a las más parecidas, desde los cementerios y los seres con piernas de alambre, hasta esas típicas personalidades que no encajan, por melancólicas o por frenéticas, y que a veces caminan por el mundo de los vivos pero también lo hacen por el de los muertos.

Pero esto que durante muchos años ha sido el gran fetiche del director, puede volverse para sus seguidores un poco repetitivo, y eso es tal vez lo que hace un poco más pesada a la historia.

De cualquier modo, Burton es un genio en lo suyo. Es un guardián de la técnica de la animación cuadro por cuadro, y alguien que se ha torcido poquísimo, y solo circunstancialmente, en sus convicciones artísticas, pese a haber entrado hace rato a las grandes ligas de Hollywood.
Por ello, es un cineasta para admirar y cuidar.