Frankenweenie

Crítica de Melody San Luis - Fancinema

Cuando la ciencia se utiliza con buena fe

Frankenweenie consigue, desde el principio, captar toda la atención del espectador, sobre todo por sus imágenes y personajes. Pero esto se ve apoyado también por una musicalización acorde y un interesante planteo narrativo.
Luego de la muerte de Sparky, Víctor, protagonista y dueño del perro, se ve influenciado por las palabras de su profesor de ciencia -uno de los personajes más atractivos, por su inteligencia, su irreverencia y los detalles del dibujo que lo hacen complejo y misterioso- y por la tristeza para planificar, llevando luego a cabo el experimento que hará posible volver a la vida a su mascota. Pero lo que no se imaginaba era que su creación se diferenciaría de otras por su buena intención. Para la feria de ciencias del colegio al que concurre, sus compañeros, impulsados por una política de competencia, hacen lo imposible para ganar y con este objetivo intentan repetir el experimento que Víctor realizó para revivir a su perro, generando una gran convulsión en todo el barrio.
Si pensamos en Frankenweenie, lo primero que se nos viene a la cabeza es Frankenstein. El punto común entre este film y la clásica novela de Mary Shelley es, sin duda, la utilización de la ciencia para generar vida. Víctor es en el libro el científico que desafía a la naturaleza para traer a la vida a un monstruo con restos de muertos. El niño, personaje principal de la película, lleva el mismo nombre. Comparten ambos el amor por la ciencia, pero este último vuelve a darle vida a su perro por algo más que crear: por el amor. En consecuencia, se genera en el film un significado de ciencia distinto al de la clásica novela: ya no será la ciencia como despropósito y desvinculada de los sentimientos, sino que se plantea la posibilidad de una ciencia con buena intención. Vemos entonces que no se mantiene, como en la novela, una crítica a la razón, sino que se la desmitifica y se la coloca como una posibilidad de extender la felicidad.
Los parecidos no se detienen ahí: la película mantiene además ese estilo gótico que caracterizó a Frankenstein, a través del blanco y negro; la presencia de lugares solitarios, como el laboratorio o el cementerio; y un desfile de personajes cargados de misterio. Encontramos también intertextualidad con la novela en la concepción identitaria más literal: tanto desde el nombre del personaje principal (Víctor) como los padres (familia Frankenstein), sin olvidar la tortuga que lleva el nombre del apellido de casada de la autora de la novela (Shelley).
En Frankenweenie se unen con fluidez lo gótico con lo tridimensional. A diferencia de otras películas, en las que se ve forzada su implementación, aquí encontramos una buena forma de reforzar la entidad del film: las profundidades acentúan los momentos en lo que se quiere demostrar soledad o tristeza; el juego con el adelanto de algunos objetos en el momento del experimento mantienen al espectador como parte de ese laboratorio; y el repentino adelantamiento de los personajes o animales no se aplica como mero golpe de efecto, sino como una herramienta funcional a la creación de climas donde impera el miedo.
Podemos concluir diciendo que Frankenweenie nos presenta una buena oportunidad para disfrutar de las imágenes y los dibujos. No es para nada una película para chicos: ya desde el comienzo, con la muerte del perro, marca un horizonte de espectador, relacionado con la adultez. Es muy dinámica y sumamente atractiva la propuesta que nos trae Tim Burton, con esos personajes, como los de Alicia en el País de las Maravillas, que configuran todo un mundo y de los cuales se podría escribir mucho. Aquí hay también todo un universo por descubrir.