Frankenweenie

Crítica de Bernabé Quiroga - CiNerd

¡ESTÁ VIVO!

Siempre existieron esos niños que preferían estar adentro de sus casas en lugar de salir afuera. Solitarios e incomprendidos, encerrados en mundos propios, jugando y escondiéndose en su imaginación. En su infancia, el director Tim Burton era de esos niños. Así nos lo cuenta sin problemas en su nueva película, FRANKEENWEENIE (2012). Como un niño solitario, el Burton adulto pasó meses dentro de un set, moviendo muñequitos que después se convertirían en los protagonistas de este film en stop-motion que llega a la salas marcando un nuevo osado estilo en las películas infantiles - okey, muy infantil no es, pero los nenes seguro irán a verla -, que ni siquiera previas maravillas animadas burtonianas (como EL EXTRAÑO MUNDO DE JACK o EL CADAVER DE LA NOVIA) se animaban a implementar. FRANKENWEENIE no solo es extraña, oscura y simpática, o un bello homenaje al clásico cine de terror de Clase “B”. También es la mejor y más personal obra de Burton en mucho tiempo.

Acusado de volverse reiterativo y poco novedoso, Burton hizo oídos sordos a las críticas y revivió una historia que ya había filmado. FRANKENWEENIE empezó siendo un cortometraje ochentoso con actores reales que aquí decidió reinventar, animándolo cuadro por cuadro y agregándole la tecnología 3D Digital, pero siguiendo apostando al blanco y negro y a la misma trama: Victor es un niño solitario con un adorable perro llamado Sparky como mejor amigo. Sin embargo, el pichicho muere atropellado. Pero en lugar de lamentarse, el inventivo pebete ideará un plan para traerlo de vuelta a la vida, al mejor estilo Frankenstein. Claro que habrá aquellos - vecinos horrorizados, compañeros celosos - que intentarán deshacerse de Sparky. Allí es cuando Victor y su perro deberán demostrar que nada (ni la muerte) los podrá separar. Es una historia pequeña pero fascinante, con un acercamiento muy conmovedor y nostálgico a la infancia, a las primeras relaciones que tiene uno de niño (con los padres, con las niñas, con los maestros que nos inspiran) y al amor incondicional que se puede llegar a sentir por una mascota. En esta nueva travesía por su mente, Burton también habla de la muerte con madurez y no enalteciéndola como algo cool, lo que la hace verdaderamente oscura y adulta (repito: muy infantil no es). Sumándoles las incontables referencias a los clásicos de horror y a la cultura pop, y un humor tan inocente como irónico, FRANKENWEENIE termina siendo el mejor exponente animado del año y una película casi, casi sin fallas.

A veces es predecible (más aún si ya vieron el mediometraje original) y a veces presenta secuencias tan exageradas, fantasiosas o forzadas, como el ataque final de los monstruos, que toman a uno por sorpresa, por no decir que desentonan con los primeros ¾ del film. Pero no son fallas. De hecho, hasta se agradecen. Es más Burton, más homenajes al cine de terror y algo que el mediometraje no pudo aportar. FRANKENWEENIE también triunfa a nivel visual. Sus planos compuestos casi como cuadros, sus diseños híper burtonianos y los juegos con las sombras le dan al film una belleza pictórica que, con la mezcla del stop-motion y el bien aprovechado 3D, la hacen una película realmente única. Teniendo incontables elementos a favor, Burton encontró el mejor lugar para retratar su infancia, sus vecinos y su pueblo (idénticos a los de EL JOVEN MANOS DE TIJERA, otra relato personal y a lo Frankenstein), sus padres, sus ídolos (el maestro Rzykruski es un calco de Vincent Price, con la voz de Martin “Bella Lugosi en ED WOOD” Landau) y su primer amor: el cine y los interiores más ingeniosos y solitarios de su imaginación. Después de la divertidísima SOMBRAS TENEBROSAS (2012), Burton vuelve a demostrar que nunca se fue, que siempre se reinventa en lugar de repetirse y que es mucho más que un director que hace films con Johnny Depp. Burton no revive ¡Burton está vivo!