Francofonía

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

ALTISIMA CULTURA OCCIDENTAL

Francia es un país con una gran reputación: su capital es la mejor, su cocina es la mejor, su filosofía es la más relevante, ni qué hablar de sus vinos y sus quesos. Por si fuera poco, también tienen al Louvre, tierra santa de la cultura occidental, y desde allí Alexandr Sokurov (famoso principalmente por el Arca Rusa y su tetralogía sobre el poder -Moloch, Taurus, El sol, Fausto-) comienza su reflexión poético-cinematográfica acerca de la cultura mundial, su conservación e importancia.

Insistimos, junto con la Grecia antigua, Babilonia, Egipto y Alemania (antes de cometer el Holocausto), Francia es una especie de nación modelo, un lugar al que el resto del mundo observa con asombro y aspira a parecerse. Desde esa pasmosidad casi irreflexiva parece partir Sokurov, quien esboza una lineal historia del Louvre que también expresa amor verdadero por la tierra de Jean Paul Sartre y Franck Ribéry.

Francofonía es un documental absolutamente convencional en términos de recursos de la imagen, es un montaje de material de archivo, ficcionalizaciones, largas secuencias del Louvre y de París, y mucho texto pomposo leído por una voz en off que, en general, es la del mismo director. Su tema principal es lo que hicieron los alemanes con el museo durante la ocupación en la Segunda Guerra Mundial, aunque esto es una mera excusa para reflexionar libremente sobre el Arte, en general con mayúsculas. Y detengámonos un poco aquí, ya que el principal problema de la película no es solamente su inagotable capacidad de aburrir, sino sobre qué y cómo reflexiona acerca de la relevancia del arte. Sokurov acumula una serie de aforismo o sentencias al respecto, arroja algunos lugares comunes acerca de los prejuicios nazis y sus ideas obre la cultura que importa y la que no, e incluso hasta hay una representación de Napoleón como un megalómano insoportable, algo tan obvio que asusta.

No hace falta ser un cínico pero tampoco un genio, queda claro en Francofonía lo que piensa Sokurov acerca de la cultura occidental y cómo el pensamiento de la ilustración se expresa en este devenir del Siglo XX, que es capaz de considerar al Louvre como tesoro mundial al mismo tiempo que se comete el Holocausto. Lo cuestionable es cómo contar ese tipo de conocimiento, o reflexión, o idea; Francofonía termina siendo tres o cuatro datos interesantes sobre la historia del Louvre que se pierden en la confusión a la que nos somete el guión.

Podemos pensar en este último film de Sokurov como un intento fallido, una idea que no da buenos resultados. Pero si nos detenemos en el génesis de un proyecto como este, un contenido más bien convencional que no tiene nada que agregar a nuestra ignorancia, y una idea de cine reflexivo que apenas se apoya en el recurso cinematográfico y mucho en las palabras hechas sentencias, podemos llegar a la conclusión de que Francofonía era una mala idea desde antes de existir.