Francofonía

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

El arte durante el genocidio.

Nunca está de más aclarar que el principal interés de los europeos pasa por los propios europeos y su idiosincrasia colonizadora, capaz de incorporar culturas y explotarlas a gusto. Una prueba indiscutible de este ombliguismo de pulso maquiavélico es el coleccionismo artístico, el cual desde tiempos inmemorables constituyó una de las características más importantes de los regímenes del Viejo Continente: por supuesto que en esencia hablamos de la “dialéctica del museo”, léase la tendencia a rapiñar obras de civilizaciones ancladas en territorios muy lejanos para inventariarlas y eventualmente sumarlas como ingredientes exóticos a una antología suntuaria de un rubro en particular. Ahora bien, el hurto del patrimonio cultural tiene su contracara “positiva” ya que -como aducen sus campeones- efectivamente muchas veces los países productores no cuentan con este respeto fetichista.

La cumbre de la lógica museística sin duda es el Louvre, un ejemplo inabarcable tanto en materia de las colecciones que ofrece al público como en lo que atañe al palacio en el que están situadas. En Francofonia (2015) Alexander Sokurov combina el análisis del estatuto social del museo con la revisión del rol del arte en general durante períodos en los que priman la hambruna y el genocidio, y para ello apela -una vez más, como buen intelectual de corazoncito europeo- a la Segunda Guerra Mundial, esa suerte de “significante vacío” al que algunos nativos de la región aun hoy suelen recurrir para victimizarse a través de su árbol genealógico y de paso olvidar todos los conflictos posteriores que los tuvieron como victimarios. Así las cosas, el director se ubica en un espectro cualitativo intermedio entre la desastrosa Fausto (Faust, 2011) y su obra maestra El Arca Rusa (Russkiy Kovcheg, 2002).

De hecho, la película que nos ocupa debe ser leída como un corolario conceptual de aquella epopeya -de una sola toma secuencia- filmada en el Palacio de Invierno del Museo del Hermitage de San Petersburgo: si bien aquí Sokurov deja de lado el formalismo y se concentra nuevamente en una mixtura inconexa entre ficción y documental, el enfoque sigue siendo el mismo y apunta a unificar diferentes elementos del cine de Andréi Tarkovski, Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni. El mayor problema de Francofonia es que divaga mucho alrededor de una retórica autoindulgente que debería ser empleada para sacarle provecho al tópico en cuestión, un rasgo recurrente de buena parte del trabajo del realizador hasta la fecha (basta recordar los dislates en loop de toda su “tetralogía del poder”). Una poesía de poco vuelo y algo redundante ocupa el lugar de los datos fácticos.

No obstante, y como suele suceder con las propuestas del ruso, la profusión de técnicas involucradas en el apartado visual compensa en gran medida los clichés que se esconden detrás de la dimensión del contenido. A decir verdad Sokurov por momentos consigue atrapar al espectador con sus especulaciones en torno a lo que podría haber sido el encuentro entre las autoridades alemanas y francesas en aquellos primeros días luego de la invasión nazi a París; a lo que se suma una serie de comentarios hilarantes vía la aparición de Napoleón Bonaparte, artífice de muchas campañas militares que poblaron las salas del Louvre. Francofonia, al igual que otros opus del director, se presenta como una creación rupturista para con el conservadurismo del séptimo arte, pero en realidad funciona como una continuación apenas decente de la vanguardia iconoclasta de las décadas del 60 y 70…