Francia

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

En el país del cine

En el Facebook de Fancinema se dio un debate muy interesante con respecto a Francia, la nueva película de Adrián Israel Caetano. Todo comenzó con Mex Faliero saliendo a proclamar a viva voz su defensa del filme. Le siguieron unas cuantas réplicas afirmando que Mex bancaba a la película por Natalia Oreiro y no más que eso, además de compararla desfavorablemente con Crónica de una fuga, el anterior opus del director. Luego intervino Javier Luzi, destacando la variedad de ideas en Francia, su apartamiento del género, que contribuía a generar estereotipos en Crónica…, además de su negación del miserabilismo. Faliero reforzó esta argumentación, subrayando el trabajo plástico y estético del filme, la actuación de Natalia Oreiro, la personalidad y los riesgos de la película. Incluso apareció por ahí la mirada de Daniel Cholakian, recalcando la sensibilidad que percibía en el relato y hasta opinando -a contramano de muchas apreciaciones- que Francia era mejor que Bolivia, uno de los grandes hitos del director. Finalmente, una lectora, Mailen, brindó un punto que intentó un balance, un equilibrio, enumerando virtudes -una contemplación más optimista dentro de un contexto en crisis-, pero también defectos -referidos a los desniveles narrativos-.

Toda esta polémica, que nació de una frasecita en Facebook, es rica y atractiva porque se fueron sumando toda una serie de conceptos pertinentes que, sumados, constituyen una construcción crítica, que aporta bastante más que muchos de los textos que se vieron en diarios y publicaciones similares. Sin embargo, muchos críticos que trabajan en medios gráficos siguen observando con elevado desprecio la contribución realizada por páginas, blogs y redes sociales en Internet. Allá ellos con su ceguera.

El caso es que Francia es bastante más compleja de lo que aparenta. No es sólo la vuelta a un formato más pequeño por parte de un realizador como Caetano, que supo alcanzar grandes alturas de ambición en filmes de sesgo independiente, además de trabajar con un amplio presupuesto, en lo que fue el relato cinematográfico del escape de la Mansión Seré durante la última dictadura. Con este drama familiar, el co-director de Pizza, birra, faso concibe su filme más íntimo y personal, donde más se nota su recorte propio e identificable del mundo, con especial énfasis en la institución Familia.

Y la verdad es que la gran mayoría de las aseveraciones que se vertieron en ese debate en Facebook son verdaderas. Porque este relato acerca de una niña hija de padres separados, que contempla cómo el padre vuelve al hogar para una convivencia forzada con su ex esposa, posee tantas fallas como aciertos.

Por un lado, hay varios baches en la narración, la progresión de los hechos no se da de forma muy fluida, ciertas decisiones en las resoluciones de los conflictos son un tanto arbitrarias y complacientes. Del mismo modo, el poco desarrollo de algunos personajes termina conspirando contra los intérpretes que los encarnan.

Por el contrario, también hay un acercamiento por parte de Caetano hacia el relato que es altamente saludable. Si un director como Trapero en numerosas ocasiones se aleja (y casi que juzga) a sus protagonistas desde la tesis social, Caetano utiliza el género como fuente de distanciamiento, estereotipando a algunos personajes, como en el caso del interpretado por Soledad Villamil en Un oso rojo. En Francia, Caetano pierde esa cohesión narrativa que le daba su clasicismo, pero a cambio realiza un doble camino: vuelve a ponerle el cuerpo a sus criaturas, como en los mejores momentos de Pizza, birra, faso, Bolivia y Un oso rojo, a la vez que deja de lado una aproximación degradada y miserabilista.

Referido a esto último, Natalia Oreiro, como actriz y como estrella, es clave. Caetano le permite adentrarse en el ámbito dramático a una actriz más reconocida por sus trabajos en comedia. A la vez, en momentos determinantes, la filma como una estrella. En ambas vertientes, el aporte realizado por Oreiro es significativo: su actuación es realmente muy buena (basta de subestimarla por favor, es una gran artista) y encima funciona como vehículo estético. La observamos como una madre que, cuando quiere, cuando la ocasión lo amerita, se viste bien, se presenta ante el mundo (y ante ella misma) de forma elegante. Por primera vez, el cine argentino más reciente contempla con ojos fascinados a la clase trabajadora argentina, le permite ser bella, la eleva por encima de lo objetual, de la mera herramienta para una proposición sobre el estado de la sociedad.

Francia es una película más importante de lo que parece. Lo es dentro de la filmografía de Caetano -a pesar de los significativos títulos que lleva acumulados- y del contexto del cine argentino actual, aunque quede medio tapada por el suceso de Carancho o los ecos que sigue generando El secreto de sus ojos. Merece, por lo tanto, ser analizada y pensada como corresponde.