Francia

Crítica de Javier Porta Fouz - HiperCrítico

Francia y Argentina

1. Recién esta semana, unos minutos después de que la selección de Francia quedara eliminada del mundial, vi la película argentina Francia, del uruguayo Israel Adrián Caetano.
Caetano nació en Uruguay pero es un cineasta de temas netamente argentinos, alguien que hace –felizmente– cine argentino. Francia es una película osada: una película sobre la familia, sobre la niñez, sobre la pareja, sobre la educación, sobre los sueños, sobre las posibilidades y las imposibilidades, sobre la libertad, la igualdad, el peronismo, la fraternidad y otros tembladerales. Mariana (Milagros Caetano, la hija del director) es una nena que va a un colegio privado, sus padres están separados y tienen –entre otros– problemas laborales. Mariana se hace llamar Gloria. Toda una expresión de deseos (La expresión del deseo es un mediometraje de Caetano de 1998, y así se llama su productora). Mariana-Gloria busca más, busca mejor: tiene la edad del fin de la niñez y por eso es tozuda y encantadora aunque sabe que el desencanto está a la vuelta de la esquina. Sus padres (Lautaro Delgado en un papel dificilísimo, y la gran actriz y hermosa mujer Natalia Oreiro) saben de desencantos, de un mundo, de unas vidas y de un país golpeados. Francia está compuesta por retazos de vidas cotidianas, tocados por la mano extraordinaria de uno de nuestros cineastas más osados y talentosos. Aquí y allá hay juegos con poemas sobreimpresos, con planos compuestos de forma artificiosa que se integran perfectamente con el tono de realismo de sueños y pesadillas individuales, familiares y sociales de la película. En Francia se habla de la utopía de la igualdad y, a la vez, del deber de seguir buscándola. De la dificultad de encontrar momentos extraordinarios y luminosos y de la necesidad de tenerlos. Sobre estos últimos asuntos, hay que prestar atención (o, mejor dicho, dejarse enamorar) por el personaje del psicólogo interpretado por Daniel Valenzuela (uno de los más grandes y entrañables personajes secundarios del cine argentino en mucho tiempo) y por el extraordinario e inteligentísimo final. Un final que está bien enlazado con toda la película y que la pone en perspectiva, para que la revivamos desde otro ángulo. Ese final, de una lógica poética inapelable, está musicalizado con gloria (y con una versión de Gloria, de Umberto Tozzi y Giancarlo Bigazzi) por Iván Wyszogrod, que hace la música y también el diseño de sonido de la película. Con ese final, igualitario, soleado, esperanzado, luminoso, Caetano –un cineasta singular, valiente, de mirada amplia; “nuestro John Huston”, como bien se lo definía en el blog “La espada vengadora”? cierra una película argentina singularmente perdurable y no apta para espectadores que no quieran apartarse de las seguridades. Caetano y sus personajes buscan la gloria con tozudez, mediante un cine cargado de la frescura de sentirse al margen pero con los sueños vigentes.

2. Luego de ver Francia, en el Gaumont-INCAA Km 0, salí caminando para el Cinemark Palermo, para ver en el cine el partido de Argentina-Grecia, gracias a una invitación de la gente de Tiff Prensa & Comunicación. No había visto estas transmisiones televisivas en digital en el cine, y la experiencia fue impresionante: la imagen es de una definición incomparable, y la inmersión en el partido es inigualable. Y si a eso le sumamos la entrada de Palermo y su gol y los festejos con las dimensiones de una pantalla de cine, se redondea un día de gloria. Ojalá que la selección siga así, no sólo ganando sino además –y sobre todo– en esta versión de contagiosa alegría que emana desde la felizmente recuperada faceta luminosa de Maradona. Y ojalá que el precio de las entradas para ver los partidos en el cine baje un poco (está $60), así más gente puede disfrutar de la experiencia.