Flora no es un canto a la vida

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

El heredero

Desde el vamos un cartel advierte al espectador que la protagonista de este documental del actor y director Iair Said (Ver entrevista) no sabe que se la está filmando. Algo parecido ocurre en la percepción de los siguientes 64 minutos cuando el vínculo entre Iair y su tía abuela, Flora Schvartzman, de 90 años, cruza los terrenos de la ambigüedad, por un lado el de los afectos y la búsqueda de desentrañar las causas de un distanciamiento familiar prolongado y por otro el deseo de heredar un departamento de cuatro ambientes en el barrio de Flores, aunque la propietaria eligió donarlo a un instituto israelí que se dedica a la ciencia.

Sabido es que el humor negro en buenas dosis ayuda a pasar malos tragos y parte de este recurso se emplea con cautela en este opus porque entre otras cosas Flora sabe que la parca la vendrá a buscar en breve. A veces parece un deseo frente a una vida sin nadie alrededor más que los objetos que acopia en ese inmueble hasta que un sobrino nieto (Said) se desdobla en su rol de director para ir a buscarla, conocerla, preguntarle con delicadeza pero sin pelos en la lengua por su pasado y por su presente, y así persuadirla de que no piense tanto en la muerte, en el paso del tiempo, en los dolores del cuerpo y del alma, y también de la necesidad de un despojo de lo material.

Iair Said se deja llevar por la intuición, por ese sentido de la observación que esconde un homenaje a Flora, honesto y con sabor agridulce. Esa falta de cálculo para la puesta en escena no es para nada reprochable aunque es justo aclarar que detrás de lo que se ve en pantalla -sea ficción o no- es producto de un riguroso trabajo de montaje. Así, en Flora no es un canto a la vida aparecen naturalmente momentos de genuina verdad y emoción como la de una tía abuela que descubre por primera vez el talento de un sobrino nieto en una pantalla de televisión, con los ojos bien abiertos y gozando del pedacito de vida que la haga pensar unos segundos en otra cosa que no sea en su propia muerte.