Flora no es un canto a la vida

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Para un documental no hace falta una gran idea, ni desarrollar un gran tema que afecte ampulosamente a la humanidad ni ponerse enciclopedistas y bajar línea. No hace falta nada de todo eso.
Hace falta justamente, tener el ojo afinado y encontrar ESE personaje que le de impulso a una pequeña historia y que los espectadores tengamos ganas de saber más y más y que no queramos desprendernos de su magnetismo.
Iair Said (con una interesante trayectoria en cine: lo vimos recientemente en “Mamá se fue de viaje” “Sin hijos” “Permitidos” y una excelente contrafigura de Mike Amigorena en “Mario on Tour”) se pone por primera vez detrás de las cámaras para poder mirar lo pequeño, lo simple, lo sencillo que reside en cualquier historia familiar.
Lo interesante y lo grandioso de su propuesta en esta Ópera Prima es justamente saber narrar una gran historia desde lo simple y atrapar al espectador desde las primeras imágenes.
Said sabe, perfectamente, que su tía abuela con la que hace más de veinte años que había perdido contacto, es un personaje prototípico, especial y único, ideal y exacto para protagonizar esa película que quiere filmar teniendo como arma más poderosa y carta de presentación, su sentido del humor por momentos delirante, por momentos naïf y que en muchas ocasiones remite a la genialidad del mejor Woody Allen, con el que comparte algún que otro gag religioso.
“FLORA NO ES UN CANTO A LA VIDA” se construye inteligentemente nadando entre dos aguas: orillando por momentos en el documental y arrimándose en muchos otros a la ficción, generando una especie de “falso documental” en donde se borran los límites de ficción y realidad, que lo amplifica y lo hace más interesante aún. ¿Flora sabe o no sabe que la están filmando?
¿Cuánta verdad hay en la historia que Said cuenta o es una simple excusa narrativa más?, y cada pregunta y cada duda potencian aún más las ganas de sumergirnos y avanzar en el relato.
Said entreteje su ópera prima en base a un inteligentísimo y artesanal trabajo de edición (enorme talento el de Flor Efron que ha hecho un destacable trabajo para darle más sentido a la historia en la mesa de edición) y fundamentalmente le da confianza y deja desplegar las virtudes y contradicciones de la figura de Flora que es -palabras más, palabras menos- muy parecida a cualquier personaje que se pasee por nuestras reuniones familiares.
Desde el primer momento se sabe que Flora prefiere morirse ya mismo, cuanto antes mejor o al menos eso dice casi confesionalmente, de la boca para afuera: de ahí el título de que no es precisamente un canto a la vida.
Pero también, su actitud frente a ciertas vicisitudes y la forma de encarar la vida que tiene nuestro personaje principal (y digo nuestro porque uno se apodera de Flora pasados pocos minutos del filme) hace que suene completamente paradojal.
Y ahí reside, fundamentalmente, el encanto y el atractivo de la propuesta. Said a través de Flora se permite explorar el propio universo familiar, las tradiciones, las distancias, el paso del tiempo, la muerte, el dinero, la herencia, el poder, la codicia, los sentimientos. Enumerados de esta forma pareciera que quiere cubrir en tan solo unos 64 minutos los grandes temas de la humanidad.
Pero logra hacerlo. Y lo hace muy pero muy bien, de una forma orgánica y sumamente natural. El éxito de la propuesta sencillamente radica en que en ningún momento peca de pretencioso ni da cátedras de vida, ni los personajes sentencian grandes verdades, ni Said usa la cámara para presumir de absolutamente nada.
Por el contrario, retrata la vida misma –reto por cierto nada sencillo-, sus propias contradicciones y es así como su árbol genealógico, su propia familia y su propia historia, quedan expuestos en pantalla con una sinceridad única: "FLORA NO ES UN CANTO A LA VIDA" se nutre de lo genuino y ese es su gran capital.
Como si todo esto fuese poco, logra atravesar temas tan profundos como los mencionados, sin perder el humor ni por un segundo, y desplegando justamente detrás de esa fachada de comedia, uno de los trabajos más comprometidos que se vieron en el BAFICI del año pasado, de esos que se miran con una amplia sonrisa y al rato aparece el nudo en la garganta y el apretón en el pecho.
Una ópera prima enteramente disfrutable.