Félix y Meira

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

“Felix y Meira”: moroso y con partes antojadizas

Probablemente el espectador habitual recuerde la dulce carita de Hadas Yaron en "La esposa prometida". Y nada más que la dulce carita, porque se trataba de una película israelí filmada en plena comunidad judía ortodoxa de Tel Aviv, relatando el proceso de aceptación que debe hacer una chica cuya madre ya le ha designado marido. Así son las costumbres entre esa gente. La película desarrolla eso y algunas otras cosas, todas debidamente aprobadas con el sello del "nihil obstat" del rabino.

Pues bien, ahora el espectador puede ver algo más que la dulce carita de Hadas Yaron. Pero no se haga demasiadas ilusiones. Acá también interpreta a una joven de la comunidad judía ortodoxa. No de Tel Aviv, sino de Montreal. Claro, existen diferencias: en la calle se acumulan metros de nieve, ella está casada, tiene una nena, y desde la primera escena se la ve decididamente harta de la vida que lleva. Incluso aprovecha cuando el marido no está para cometer pecados terribles, como escuchar música. Y a la media hora se toma el atrevimiento de hablar con un extraño en la calle. Se convertirá en adúltera. Para colmo con un "goi".

Francamente, el tipo no es gran cosa. Un flaco solterón, medio vago, que está haciendo medio duelo por la muerte de su padre. Pero le da pie para que ella pruebe sentirse soltera por un rato. "Me gustaría saber cómo es ser como los demás", dice luego. Y sigue practicando. Se anima a mirar al otro fugazmente a la cara, con expresión adolescente. Y se anima a más cosas. La que no se anima mucho es la película, despaciosa, con un estilo de ritmo parejo, escenas saltadas y frio invernal. Por ahí algunas situaciones parecen antojadizas, y no se sabe si esa gente es así o el montajista hizo de las suyas. Hasta hay un video insertado, que no se sabe cómo aparece pero igual se agradece: un fragmento donde vemos a Rosetta Tharpe en un teatro de Manchester, allá por 1964, cantando "Didn't It Rain" ante un público que bate palmas con todo fervor.

También se aprecian algunas tomas de Montreal, Nueva York y Venecia, y los centímetros que esta vez alcanza a mostrarnos la protagonista. No son muchos, pero le dan al espectador la expectativa para seguir participando. Autor, Maxime Giroux, sobre guión a cuatro manos con su habitual colaborador Alexandre Laferriere. Coprotagonista, Martin Dubreuil, de mucha actividad en el cine canadiense