Fausto

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Cierre a toda orquesta

Con su notable versión (reinterpretación) del Fausto de Goethe, el ruso Alexander Sokurov cierra de la mejor manera su denominada Tetralogía del poder que iniciara en 1999 con Moloch (sobre Hitler) y continuara con Taurus (sobre Lenin) y con El sol (sobre Hirohito).

Mi sensación personal era que el cine de Sokurov -siempre valioso, virtuoso, fascinante, riguroso, solemne y ambicioso- estaba dando algunas señales de reiteración e incluso de agotamiento. Con Fausto, siempre fiel a esa apuntada esencia de su arte, consigue una película mayúscula, poderosa, que mantiene el esplendor visual (es extraordinario el trabajo en digital del director de fotografía francés Bruno Delbonnel tanto en los planos fijos con imágenes anamórficas como en los planos-secuencia), pero le suma una dramaturgia, un sentido del movimiento, del tiempo y del espacio que supera con holgura los resultados de los tres films anteriores.

Decir que cada plano de Sokurov es una obra de arte en sí misma es -a esta altura de su trayectoria- casi un lugar común. Pero lo ciertos es que hay pocos cineastas vivos con la capacidad de darle a cada imagen un peso y una significación como lo hace el creador de El arca rusa y Madre e hijo.

Aquí, trabajando en alemán y con un gran despliegue de producción en locaciones de la República Checa, Sokurov construye la tragedia, el descenso a los infiernos de Fausto (Johannes Zeiler), ese hombre inteligente y enamorado que termina firmando un pacto de sangre con el manipulador Mefistófeles (Andon Adasinsky) con tal de satisfacer sus deseos.

Cuesta un poco ingresar en la propuesta (exigente, ardua por momentos) de Sokurov, pero cuando el espectador lo hace (como le ocurre al propio protagonista) es imposible salir. Uno queda sumergido, atrapado por la telaraña cinematográfica tejida por un inmenso artista, que está a la altura de un predecesor de la talla de Murnau, quien también se atrevió con el texto de Goethe. Bienvenido, entonces, este regreso a lo grande de Sokurov, merecido ganador del León de Oro en la Mostra de Venecia 2011 por este trabajo. Uno de los últimos estrenos del año. Y uno de los mejores.