Fango

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Allá por comienzos de la década del ’90 la por entonces “innovadora” Nacha Guevara aparecía en distintos medios presentando su nueva obra, el Heavy Tango, una risueña versión de tangos clásicos cantados en un estilo techno glam punk muy propio de los ’80.
No sabemos sí José Celestino Campusano habrá visto alguna vez el “experimento” de Nacha, pero Fango parte del mismo lugar, de mezclar el tango con el heavy metal, y no sólo nos referimos a géneros musicales.
Este es el quinto largometraje del director, anterior a Fantasmas de la ruta, y hay que decirlo, siempre se mantuvo fiel a un estilo, a sus orígenes.
Campusano es egresado del Instituto de cine de Avellaneda, y este no es un hecho menor, su espíritu se mantiene siempre ahí, en el Conurbano, más que como una representación, como una toma de posición.
A diferencia de Raúl Perrone (otro director acostumbrado a historias del Gran Buenos Aires), Campusano no habla de la abulia juvenil ni del sector marginado en barrios carenciados; trata despojadamente a esa inadaptada, de costumbres que pueden parecer violentas, de decisiones tajantes; el Conurbano trash.
En esta oportunidad retoma al protagonista de su película más conocida Vil Romance, Óscar Génova como El Brujo, un músico de Heavy Metal (muy) venido a menos, que tiene el deseo de triunfar con su nuevo proyecto; se junta a El Indio (Claudio Miño) y ambos arman Fango, una banda que fusiona el trash con el tango; mix atípico por lo menos.
De mientras, la pareja de El brujo es secuestrada por los familiares de la esposa de su amante; lo cual genera un caos que tendrá mucho de tango trágico y explotación suburbana.
En medio de la historia se entremezclan personajes extremos, cada uno más violento que el otro, y la situación poco a poco se irá desbordando, logrando la perfecta fusión entre el trágico tango y el estallido heavy.
En 2010 se estrenaba la excelente película guatemalteca Las marimbas del infierno, sobre una banda que fusionaba el rock pesado con las marimbas. Fango tiene mucho de ella, sobre todo en su búsqueda de integrantes para la banda y en el tono algo (muy) disparatado. Pero imagínense mezclar esa obra de Julio Hernández Cordón con Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez. Ahí tendrían una aproximación de lo que Fango es.
Campusano filma sucio, despojado, sin hallazgos estéticos para el regodeo; todo es funcional a lo que se quiere contar. Utiliza no actores y exprime su naturalidad; tanto en el manejo de cámara como en la dirección de ctores deja que todo fluya.
Como buen film extremo, Fango no será de público amplio, es una película consiente de lo que habla porque vive en su trama (aunque se permite algunas exageraciones que pueden llevarla al cuasi grotesco). Para quienes quieran ver una verdadera tragedia de la Zona Sur de nuestro Gran Buenos Aires, sepan que Fango es una aproximación áspera pero en cierto punto, realista.