Éxodo: Dioses y Reyes

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La mano de Dios

A los 77 años, Ridley Scott presenta una carrera oscilante, incluso desconcertante si se quiere, pero -aun en sus films más fallidos- siempre con elementos valiosos para el análisis. Tras un arranque esplendoroso con Los duelistas, Alien: El octavo pasajero y Blade Runner, rodó títulos tan disímiles como Thelma & Louise, Gladiador o Gánster americano. Ahora, tras la incomprendida El abogado del diablo, llega la épica bíblica Exodo: Dioses y Reyes, para la que contó con un generoso presupuesto de 140 millones de dólares y con Christian “Batman” Bale como un Moisés que va del susurro al grito sin escalas intermedias.

La primera parte (la presentación de los personajes y del conflicto dramático) es más bien esquemática y poco interesante. Estamos en el antiguo Egipto, en el 1.300 antes de Cristo, con el emperador Seti (John Turturro) al frente de un poderoso imperio que durante 400 años viene esclavizando a los hebreos. Su hijo de sangre es Ramsés (Joel Edgerton), pero el faraón tiene predilección por Moisés, quien salvará a su “medio hermano” en pleno campo de batalla. Tras la muerte de Seti y tras conocer de primera mano el trato inhumano que reciben los esclavos en las canteras y las construcciones, Moisés se entera de su origen hebreo, es desterrado y se termina casando y armando una familia con Séfora (María Valverde).

Hasta allí lo más flojo del film, con situaciones elementales y personajes secundarios demasiado unidimensionales y recortados en el montaje final (totalmente desperdiciados Sigourney Weaver, Aaron Paul y Ben Kingsley, entre otros) para una película que parece hecha para el lucimiento exclusivo de Bale.

Por suerte, en la segunda mitad la cosa mejora porque Scott se dedica al cine de aventuras de proporciones bíblicas a-lo-Cecil B. DeMille en Los Diez Mandamientos: un festival de CGI con las plagas de cocodrilos en el Nilo enrojecido, langostas, moscas, granizo, tormentas perfectas (no es spoiler lo de las aguas del mar que se abren, ¿no?) y escenas de masas. Y hasta hay unas cuantas charlas de Moisés con Dios encarnado en un niño…

Bastante mejor que la reciente Noé (no hacía falta demasiado), Exodo… es un discreto melodrama que luego deviene en imponente épica. En sus propias contradicciones y desniveles están las dos caras, las múltiples facetas de un director como Ridley Scott, que probablemente haya concretados hace ya mucho tiempo sus principales aportes al cine, pero que en la etapa final de su carrera no deja de ser un realizador valioso y al que vale la pena seguir.