Everest

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Alto en el cielo
La efectividad de Everest (2015), dirigida por el islandés Baltasar Kormákur, reside tanto en su potencial dramático, por contar con un nutrido grupo de personajes secundarios, que con el correr de los minutos encuentran -por parte del público- la simpatía al punto de que cada obstáculo o adversidad que se les presenta, cuando la aventura del ascenso comienza, importa y llega a lo más profundo.
Sin necesidad de secuencias espectaculares, la segunda mitad es realmente impecable en dosis de adrenalina y drama propiamente dicho. Cada aliento –o la falta- traspasa la pantalla, cada movimiento del cuerpo –o la falta- realmente se sienten, y de esta manera por algún sentido, uno se olvida del artificio de la ficción.
Uno de los secretos que hacen que Everest sea una película que no necesita del cine catástrofe para entretener y mantener la atención en aquello que sucede, es precisamente que cada uno de los involucrados tiene una motivación diferente que, en resumidas cuentas, va desde la propia ambición, el ego, la necesidad de auto superación, o el escape de la rutina en pos de una enorme proeza para seguir en la vida con un sentido mucho más importante.
Los contrastes entre los líderes, a cargo de Jason Clarke y Jake Gyllenhaal esquivan el estereotipo una vez que comienza el verdadero viaje iniciático, devenido ascenso a una de las montañas más desafiantes para cualquier alpinista, y mucho más aún no alpinista. Y a partir de allí, el relato fluye sin ningún traspié ni concesión a la hora de evaluar quien se salva y quien no, teniendo en cuenta semejante reparto -Josh Brolin, John Hawkes, Robin Wright, Emily Watson, Michael Kelly, Keira Knightley, Sam Worthington-, más allá de estar basado en un hecho real, que muchas veces para la dialéctica hollywoodense no significa absolutamente nada.
Demás está decir que los rubros técnicos son impecables; los efectos visuales casi ni se notan y la dirección de Baltasar Kormákur aparece en los momentos necesarios para consolidar una película sin fisuras, y que a más de uno dejará con la boca abierta.