¡Está vivo!

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

En 1974, el subvalorado guionista y director Larry Cohen se despachó con un olvidado clásico del cine de terror: El Monstruo Está Vivo, la historia de un bebé mutante que va matando a quien se le cruce. El film fue un pequeño suceso, que originó dos secuelas: El Monstruo Está Vivo II y El Monstruo Está Vivo III, donde más freaks de pocos meses.

Como no podía ser de otra manera, hoy (bah, en 2008) nos llega la remake.

La historia es un poco diferente a la anterior. Esta vez, los padres no son una pareja de adultos en edad avanzada sino jóvenes veinteañeros. Ella queda embarazada y deben empezar a convivir como un matrimonio normal. Pero nada será muy sencillo entre tanta muerte y sangre.

Otra diferencia con la original: la criatura (nunca mejor usada esta expresión) ya no es una maquinita asesina todo el tiempo, sino que se ve normal y sólo se transforma cuando tiene hambre, y no precisamente de leche materna. Como un Jeckyll y Hyde recién nacido. Es su madre quien se vuelve cómplice de su sádico hijito, ya que debe esconder cadáveres y limpiar ese líquido rojo que pasa por nuestras venas.

El resultado final es digno de la menos lograda película clase Z. Incluso en los momentos finales, la policía se acerca a la casa de los protagonistas (a oscuras, porque el pequeño demonio cortó la energía eléctrica), pero cuando tocan el timbre... ¡Suena! Uno de los grandes enigmas de la historia del cine.

¡Está Vivo! es todo lo contrario a una obra maestra, pero a su favor debemos admitir que no aburre tanto. Después de todo, nunca está mal ver una de terror tan carente de clima y de sentido... si se la acompaña con pizza y mucha cerveza.