Entre viñedos

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Los une el amor por el vino

Tres hermanos son enlazados por un solo amor: el vino. "El amor es como el vino, necesita tiempo" dice uno de los protagonistas en "Entre viñedos", cuyo título original "Lo que nos une" sería más apropiado para esta historia. El paisaje que atraviesa la película de Cédric Klapisch es Borgoña, en Francia, con las hileras interminables de parrales de uva. Allí nacieron Jean, Juliette y Jéremie, quienes heredaron la pasión por el vino, desde el proceso de la cosecha y su cuidado artesanal en la producción hasta la experimentación de los colores, sabores y aromas de la bebida. Pero todo se complica cuando papá muere. El castillo de naipes se derriba de un soplo. Jean deberá volver de Australia, donde tenía otro viñedo junto a su mujer y su hijo, y llegará a Borgoña para reencontrarse con sus hermanos tras diez años de ausencia. Es que Jean, el hermano mayor, se había ido de su casa natal por la fuerte presencia de su padre, y la vida quiso que la ausencia de su padre justamente lo haga regresar. El vínculo entre hermanos es lo mejor de la película, aunque quizá haya merecido esta historia hurgar más en los huecos afectivos. La cosecha, con sus bondades y contratiempos, los hermanará en esa pasión por el vino, pero también los llevará a recordar a aquel padre omnipresente. Jean tiene la mochila más pesada, Juliette impondrá su sensibilidad y Jéremie enfrentará a su suegro. Y siempre habrá una copa para degustar y compartir.