Enterrado

Crítica de Javier Porta Fouz - HiperCrítico

El cine como marketing

Tal vez podría titular estas líneas como “¿el fin del cine?”, pero no, el cine no termina, por más que reciba agresiones como esta película española, este bromita inconsistente dirigida por un gallego, filmada en Barcelona, protagonizada por el canadiense Ryan Reynolds y hablada en inglés.

Sí, esta es la película “del tipo enterrado vivo en un cajón”, cuya acción transcurre en el cajón, en el cajón, en el cajón. Una película, un cajón: un éxito mundial (y aquí también, a juzgar por la cantidad de gente que había en la primera función del día del estreno, y por la cantidad de críticas positivas). Leo por ahí que en la película hay un único actor: Ryan Reynolds. Bueno, no. Hay otros: todos los que hablan por teléfono y ponen la voz, entre los que se cuentan nombres conocidos como Samantha Mathis y Stephen Tobolowsky). Bueno, me dirán, Reynolds es el único actor que se ve: no, también está la chica que se ve en el video que le envían al desagraciado protagonista mediante el celular. Dirán: no es importante. También leo por ahí, en por lo menos dos críticas, que la película es “en tiempo real”. Bueno, no, hay elipsis, por eso la película dura noventa y cuatro minutos y la acción que relata más de dos horas. ¡El chabón se duerme! ¡ahí hay elipsis! Por otro lado, ¡hay ralenti! ¡si hay ralenti no hay tiempo real! Me dirán: no es importante. Leo por ahí que se habla de “rigor” para describir el trabajo del director Cortés y el del guionista Chris Sparling. ¿Rigor?: hay dos planos que se salen del cajón, en el final de los dos primeros actos, planos en los que la cámara hace travellings hacia arriba como si el cajón no tuviera techo. En el segundo de estos planos incluso vemos un montón de listones de madera, como si se nos estuviera mostrando el set de filmación, por lo que eso ya deja de ser un cajón que genera claustrofobia y nos lleva a pensar en cómo era el lugar del rodaje. ¿Rigor? La música y su utilización, imprescindibles para inyectar tensión y emoción en donde casi no la hay, son dignas de una telenovela rastrera. ¿Rigor? Ahí tienen la serpiente paseandera y la petaca con cantidades aparentemente interminables de líquido. ¿Rigor? Ahí tienen el imperdonable plano imaginario, pura chantada, puro engaño, pura cretinada. ¿Rigor? Ahí tienen la canallesca trampita del guión del final, otra cretinada, digna de figurar en la lista de crueldades más inútiles, supuestamente ingeniosas y bestialmente manipuladoras de la historia de este gran arte. También leo por ahí originalidad. ¿Originalidad? Hay elementos de El juego del miedo + Celular + Kill Bill combinados en un espacio reducidísimo que, como se dijo más arriba, ni siquiera se respeta. Leo por ahí el nombre de Alfred Hitchcock relacionado con esta película. Sí, es cierto que los títulos tienen el estilo de algunos de los títulos que hiciera el gran Saul Bass para el genial inglés, pero ¿Hitchcock? No hay un sólo momento en esta película en el que sepamos más que el protagonista, jamás, y es en esa desigualdad informativa en la que se basa el suspenso: o sea, “hay un cadáver en la sala, unos personajes lo saben, otro no”. En Enterrado simplemente seguimos lo que le pasa al personaje, descubrimos junto a él. Ah, no hay suspenso, pero capaz que hay sorpresas: sí, claro, la mencionada doble cretinada del final. No sorprende, sin embargo, que en la primera media hora todos los llamados por teléfonos del protagonistas sean inútiles, que un contestador sea de esos que “parece que atienden”, que la madre tenga Alzheimer (algo hay que poner para rellenar, para que esto sea el tan mentado “tour de force”). Leo por ahí que esta es una muy buena película. Bueno, aquí estaremos, aunque sea en soledad, diciendo que es mala, pero eso sí, mala con un concepto de marketing: “es la película del tipo en un cajón, ¿viste?”.