En tus zapatos

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Adam Sandler a reglamento

El comediante interpreta a un zapatero a cargo del negocio familiar que rescata un artefacto rudimentario que cambiará la vida de quienes den con el talle de calzado adecuado.

Para bien en algunos casos, para mal en otros, desde hace unos cuantos años las películas protagonizadas por Adam Sandler son "una de Adam Sandler". Si a principios de los noventa se destacó en Saturday Night Live, cuando saltó al cine, el actor neoyorquino fue construyendo una carrera irregular con títulos discutidos pero de indudable eficacia en la taquilla como Un papá genial, Little Nicky, La herencia de Mr Deeds, Yo los declaro marido y Larry, con otros supuestamente más valorados pero definitivamente menos exitosos como Embriagado de amor, Hazme reír o Como si fuera la primera vez.
En tus zapatos es otra película de la estrella Adam Sandler y no importa demasiado si detrás de cámara está Thomas McCarthy, un director que con Visita inesperada, Ganamos todos y Vías cruzadas demostró que lo suyo son las historias chiquitas, con hombres ordinarios y el relato sentido. Por ahí va En tus zapatos, al menos su primera parte, con Max Simkin (Sandler), un zapatero que heredó el oficio de su padre que a la vez fue cedido por su abuelo inmigrante, un tipo común que mantiene su negocio sin expectativas, viviendo con su madre senil, solitario y sin sueños. Y un día –el click, la circunstancia extraordinaria–, una máquina se rompe y debe bajar al sótano y rescatar un aparato rudimentario, centenario pero efectivo.
De ahí a comprobar que los zapatos arreglados con el viejo artefacto se convierten en mágicos y la posibilidad de vivir otras vidas está a un paso, siempre y cuando la talla coincida con su pie y puedan calzarse cómodamente. Pero claro, es una de Sandler y si al principio se mostraba una galería de personajes, ricos en su diversidad barrial y resistentes a la ferocidad capitalista de las corporaciones y la modernidad, después la película empieza a desvariar entre los juegos de equívocos, el costado dramático de un padre ausente (Dustin Hoffman) que explica el comportamiento entre retraído y huraño del protagonista y un desenlace a los ponchazos, que combina todos los elementos en el aire con la importancia del legado, lo sobrenatural, el happy end que incluye la posibilidad del amor con una luchadora que encarna las valores en vías de extinción.
Y el elemento central, decisivo de una puesta errática, con algunos aciertos pero que en general vaga sin decidirse por la comedia, el drama o lo fantástico es un Adam Sandler que hace lo suyo a reglamento, como si el George Simmons que interpretó en la ya mencionada Hazme reír, le hubiera inoculado su falta de entusiasmo y hasta su hastío.