En pedazos

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Cuando la compensación no llega

Estamos ante uno de esos casos en los que la película en cuestión es tan buena como lo es el o la protagonista principal, en esta oportunidad una prodigiosa Diane Kruger, porque si bien el relato cuenta con un vigor discursivo importante y evita las típicas convenciones del cine de Hollywood en cuanto al carácter estereotipado de los personajes y la andanada de escenas de acción, lo cierto es que En Pedazos (Aus dem Nichts, 2017) adopta un formato retórico ya viejito e hiper utilizado por una infinidad de géneros que van más allá del policial negro, léase el asesinato de un ser querido y la posterior revancha por parte de un familiar que pretende cobrarse el dolor lo más pronto posible frente a la negligencia de un estado obtuso que no cumple con su deber de administrar justicia en tiempo y forma (por lo general las autoridades hacen exactamente lo contrario, martirizando a la víctima sin cesar).

Combinando la debacle familiar, el courtroom drama y el thriller de venganza, el opus de Fatih Akin respeta precisamente esa secuencia narrativa con vistas a retratar el calvario de Katja Sekerci (Kruger), una alemana casada con Nuri (Numan Acar), un ex narcotraficante de origen turco con el que tiene un pequeño hijo, Rocco (Rafael Santana). El mundo de la mujer se viene abajo cuando explota una bomba casera -confeccionada con fertilizante, gasoil y clavos- en la puerta de la oficina de Nuri, matándolo junto a Rocco. Al inicio la policía sospecha, prejuicio mediante, de las mafias de Europa del Este no obstante pronto se confirma la suposición de Katja en torno a que los autores del ataque son miembros de grupos neonazis, circunstancia que conduce al arresto de una pareja xenófoba conformada por André (Ulrich Brandhoff) y Edda Möller (Hanna Hilsdorf), quien plantó el explosivo.

La influencia lejana del film -y la madre de todo el gremio en su conjunto- es la mítica El Vengador Anónimo (Death Wish, 1974), de Michael Winner, la cual a la par de su primera secuela de 1982 sentó las bases para la vertiente más seria del enclave, esa que luego mutaría en la desproporción risueña de la no menos legendaria El Vengador Anónimo 3 (Death Wish 3, 1985), aquel canto al desatino homicida gratuito de las décadas del 80 y 90. En Pedazos bebe de la opción taciturna de la justicia por mano propia y realmente sale muy bien parada en su doble pretensión de fondo, una orientada en simultáneo a satisfacer las exigencias de rigurosidad de las obras destinadas al circuito de los festivales internacionales (de hecho, la faena le valió a Kruger el premio a la Mejor Actriz en la última edición del Festival de Cannes) y a mantener bien alta la tensión de manera permanente para que la propuesta sea también vendible al público mainstream (el director abraza la arquitectura y la angustia del drama pero sabe volcar el asunto al suspenso cuando la situación lo amerita).

Como señalábamos anteriormente, es la actuación de Kruger la que lleva adelante el film y la que le permite volar con alas propias más allá de los resortes tradicionales del terreno de turno: la germana, recordada por Desconocido (Unknown, 2011) y por su maravilloso desempeño en la pueril y esquemática Bastardos sin Gloria (Inglourious Basterds, 2009), aquí ofrece un trabajo digno de las grandes actrices de antaño ya que a pocos minutos de comenzado el metraje la mujer se queda sin hijo y marido, tragedia que es retratada en toda su magnitud por el guión de Hark Bohm y el mismo director, haciéndonos atravesar el duelo, la furia subsiguiente, el juicio a los sospechosos y finalmente el momento de “ajustar las cuentas” (en el cine contemporáneo es inusual el nivel de detallismo y paciencia de En Pedazos, basta con decir que la mayoría de las películas similares de nuestro presente pasa de A a B en un santiamén y a puro automatismo cursi, convencidas de que lo único que desean ver los espectadores es la descarga de la presión acumulada vía escenas de acción).

Definitivamente el mérito central del opus, en este sentido, es construir a una protagonista real, con los pies en la tierra, que no se transforma en una adalid del castigo ni en una máquina asesina estereotipada ni en una damisela que reclama la ayuda de un macho alfa, dejándonos a nuestro criterio -en tanto adultos pensantes- el dilucidar qué pasa por la mente de Katja en esos momentos finales cuando la compensación institucional no llega, ella decide hacer algo al respecto y sin darse cuenta termina frente a los perpetradores del delirio homicida (vale aclarar que la mujer permanece casi muda durante el desenlace y no da mayores pistas sobre cómo leer su derrotero del último acto de la historia). Tanto un alegato en contra del ascenso de la derecha fascista al poder en los regímenes del Primer y Tercer Mundo como una epopeya acerca de la desilusión para con la sociedad, En Pedazos funciona como un excelente ejemplo del modo en el que se deberían encarar las obras de género en nuestros atribulados días: sin tanta ornamentación y privilegiando lo humano…