En otro país

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Tres veces Anne

La película se compone de tres historias con leves variaciones en las que la protagonista evoluciona en un paisaje idéntico: un balneario coreano en temporada baja, con sus playas, cabañas y caminos desiertos. En cada segmento, Anne repite las mismas situaciones, invirtiéndolas, haciéndolas rimar o insertándolas en otras. El cineasta cuestiona el estatuto de las imágenes y sus fantasmas, alternando la intuición y la quimera, lo diáfano y lo extraño, las situaciones cómicas y su repetición. Hong Sang-soo hace cine un ligero, lúdico y sutil, que no busca el embellecimiento del plano. Bajo su apariencia simple, En otro país es una película enorme, misteriosa y emocionante.

Conducidos por la alegre indolencia de la heroína, otros personajes ponen el cuerpo a los tres movimientos: un director de cine cobarde o paranoico según el capitulo, su esposa embarazada y, sobre todo, el excepcional bañero fluorescente, siempre de rodillas, mojado y contento, frente a las tres Anne que pasan por su camino. La ronda de impulsos amorosos repetidos y frustrados, los juegos de espejos entre los personajes y sus destinos son una caja de resonancia de los vagabundeos sentimentales.

Las intenciones de los personajes parecen trasparentes pero los objetos siguen su propio recorrido y generan desconcierto. Botellas, teléfonos, paraguas, una lapicera, la carpa del guardavidas y la atracción del lugar: un pequeño y recóndito faro. En el primer relato, los protagonistas temen lastimarse con unos vidrios de botellas rotas en la orilla del mar; en el tercero, Anne bebe en la playa y dejar caer una botella en ese preciso lugar cerca de la orilla. En el mismo capítulo, la protagonista encuentra un paraguas donde lo había dejado apoyado un personaje de la historia anterior. Un pequeño paraguas sombrilla que le permitirá a la triple heroína escaparse de la película como Paulette Goddard al final de Tiempos modernos.

Anne desembarca en un país cuya lengua no conoce y en el que nadie habla la suya. Todo el mundo se expresa en un idioma extranjero: un inglés ligeramente maltratado por distintos acentos que traduce la dificultad de cada uno para formular sus sentimientos. Las equivocaciones lingüísticas, además de ser muy divertidas, muestran el desfasaje entre lo que el personaje dice y lo que hace, dejando entrever un abismo de frustración y duda. Los poemas de amor son ilegibles, faltan palabras. Como los personajes no pueden hablar más que un inglés vacilante, el humor pasa muchas veces por lo que sucede físicamente dentro del encuadre con una expresividad corporal al límite del exceso.

El zoom desestabiliza el clasicismo formal. Las historias dentro de la historia, las repeticiones, las escenas en espejo y las identidades múltiples funcionan como una lúcida reflexión en torno a la creación artística. Desde el comienzo sabemos que las aventuras de Anne son inventadas por una joven, pero nunca dejamos de creerlas. Cada vez que la francesa le pregunta al bañero cómo llegar al faro, la escena resulta más divertida. Hong utiliza con maestría los resortes teóricos sin que se debilite el costado emotivo de sus personajes.

Isabelle Huppert vuelve a dar prueba de todo su talento. La actriz francesa llega a fundirse completamente en el universo del cineasta. La Huppert es una belleza ineludible que se desliza por la película con un leve erotismo que enloquece a todos los personajes. El deseo está en el aire. La Huppert mira el océano, el encuadre se repite tres veces, la emoción se renueva como con cada película de Hong.