En la casa

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Una película normal

François Ozon es un realizador tan prolífico como desparejo. Sitcom, Bajo la arena e incluso Potiche, trabajan las distintas cadencias que dan ritmo a los planos y a su sucesión. En la casa, en cambio, es el triste ejemplo de en lo que se convierte el cine cuando el cineasta está ausente. La puesta en escena está en las antípodas de cualquier búsqueda cinematográfica: un lento zoom marca el suspenso mientras incesantes violines anuncian cada transición. El director subraya lo que la palabra es capaz de evocar por sí misma. La voz comenta lo que se muestra, la imagen ilustra lo que se dice.

La película cuenta la historia de un profesor de literatura que vive a través de los escritos del más talentoso de sus alumnos. Claude se introduce en la casa de uno de sus compañeros de clase para investigar en su hábitat natural a una “familia normal”. En el ecosistema de la película de Ozon, la normalidad está encarnada en los rasgos serviles de su amigo, en los gestos toscos de su padre y en la voluptuosa silueta de la ama de casa. Claude, por el contrario, escribe muy bien, es demasiado hermoso y sus ojos pálidos están llenos de una maldad indescifrable. Ozon utiliza el trazo grueso como una toma de posición crítica e irónica sobre la sociedad. La película pide que nos riamos de la mujer que se aburre cuando no puede leer su revista de decoración, de la homosexualidad reprimida del compañero en cuestión, de la vulgaridad manifiesta de su padre, e incluso del patético maestro: un escritor frustrado que no mide lo que esta telenovela perversa insinúa en su propia vida.

En la casa ofrece una módica reflexión de manual sobre la creación artística, un subtexto simplista ligeramente ambiguo y una pirueta final para sembrar dudas. El realizador intenta hacer emocionante un ejercicio escolar que se agota rápidamente. El aburrimiento es el común denominador entre todos los personajes, desde los miembros de la familia normal hasta el joven estudiante estrictamente reducido a la función que le otorga el guión, pasando por la pareja oxidada de intelectuales fracasados. Cuando el aburrimiento general contagia al espectador, Ozon compensa la debilidad del guión y de la dialéctica realidad/ficción con pequeños efectos sorpresa como la aparición de las hermanas gemelas interpretadas por la misma actriz. Pero aquellos destellos de locura que resultaban atractivos en sus películas anteriores (como la danza en Gotas que caen sobre rocas calientes o el bebé Dumbo en Ricky) acá no funcionan. En la casa palidece al lado de sus fuentes de inspiración reivindicadas, que van desde la mención explícita de Pasolini hasta la recreación final de La ventana indiscreta, pasando por un afiche de Match Point. Claude vendría a ser el ángel exterminador de Teorema, pero sin la rabia, la poesía y la extraña fuerza del maestro italiano. A fin de cuentas, Ozon sólo aporta su cuota de cinismo a una película demasiado normal.