En el futuro

Crítica de Carolina Giudici - Morir en Venecia

En el futuro es la clase de película que se aprecia mucho más cuando pasan los días y uno comprueba que el experimento empieza a germinar en la percepción. El film abre con una larga secuencia en la que varias parejas se besan con fruición. Luego siguen imágenes de una casa vacía y se escucha una voz over de alguien que asegura ser un fantasma. A partir de ahí se suceden testimonios a cámara de personajes diversos que cuentan historias sin ligazón aparente entre ellas (tampoco son las personas que se besaban en el prólogo), aunque en general los temas se refieren el amor, el sexo y la ausencia. Predomina el blanco y negro, salvo en una secuencia que muestra una serie de “fotos de alcoba” pertenecientes a un coleccionista.

Necesito diferenciar aquí el durante y el después de la proyección, sobre todo teniendo en cuenta que encaré esta película con la excelente impresión que me había producido Iraqi Short Films (presentada en el Bafici 2009), un film de montaje en el que Mauro Andrizzi imponía una notable coherencia al caótico material hallado en Internet. Por el contrario, En el futuro se desliza hacia una zona de arbitrariedad en donde el desfile de microficciones aisladas difumina la construcción de una idea o, incluso, de una emoción. Más allá del exquisito trabajo con las texturas, la composición y la fotografía, esta vez el director le destina un lugar central a la narración oral. Durante la proyección -y mientras recordaba el film Ten tiny love stories, del subestimado Rodrigo García- me sentí impelida a inferir cuál era la llave narrativa que enlazaba el desparejo conjunto, simplemente porque no quería apresurarme a juzgar la estructura como “caprichosa”. En ese primer contacto viví la película como si fuera un cuaderno de apuntes dispersos, en donde el juego de luces y sombras muchas veces salvaba la poca sustancia de algunos testimonios. Y ahora creo que aquí reside lo más atractivo de la propuesta, porque con el correr de los días muchas de esas escenas vaporosas volvieron a mí con insistencia, y esa llave que buscaba se tornó mucho más nítida.

En varias de las historias narradas suele haber un tercero ausente pero fundamental, alguien que despertó celos, o fantasías, o preocupación, o sólo curiosidad. Sobre todo curiosidad. En esa pulsión no hay límite, no hay final real, cualquier otro fragmento podría seguir al último fotograma de la película, en un montaje inacabable lanzado hacia el futuro. Porque así funciona la mirada, con la urgencia por atrapar la imagen que no está, con la quemazón del voyeur que hoy se potencia aún más con esa Babel visual que es Internet. Claro que eso que tanto anhelamos jamás estará disponible en YouTube.

Hace pocos días en este blog citábamos una iluminación de Benjamin: “Aquellas imágenes reveladas en el cuarto oscuro de la experiencia vivida son las más importantes que llegaremos a ver.” De eso se trata esta película.