El vecino

Crítica de Josefina Sartora - Otros Cines

Mentiras impiadosas

Tras la reciente El tesoro, llega a la cartelera argentina otro exponente del siempre sorprendente y provocador nuevo cine rumano.

El cine rumano parece una fuente inagotable de frutos delicioso y maduros, muestras de la realidad de la vida cotidiana en una sociedad en constante evolución. Siempre con un pie en la vida de hombres y mujeres no demasido excepcionales, sus directores nos conmueven con historias veraces y profundas, de un humanismo que lo acercan a una realidad universal (personalmente, debo también al cine de ese país el acercamiento a amigos entrañables y la posibilidad de haber disfrutado del Festival de Transilvania.)

Con obras que acaban de ser premiadas en el Festival de Cannes, ahora celebramos el segundo estreno del año en Argentina: antes fue El tesoro, de Corneliu Porumboiu, ahora es el turno de El vecino, de Radu Muntean. El vecino enfoca en el quehacer de Matei Patrascu, un hombre común, buen padre de familia, quien sale cada mañana a caminar con su perro, y a transpirar, ya que no puede dejar la cerveza o atenerse a una dieta. Al regresar de uno de esos paseos, es testigo de una pelea doméstica entre un hombre y una mujer en el segundo piso de su edificio. Su curiosidad lo vence: se queda a escuchar tras a puerta. Cuando el hombre sale, se saludan: ambos saben que el otro sabe. Más tarde, la mujer aparece muerta, posiblemente asesinada, y entonces sabremos que no se trataba de una pareja oficial, sino que el hombre vive un piso más abajo (tal el título original) con su esposa. Durante la investigación policial, Patrascu no dice palabra sobre esa discusión que quizás pudo originar el crimen.

La cámara nunca abandona al protagonista (Teodor Corban, actor frecuente en el nuevo cine rumano), que continúa sin alterar su vida normal. Ergo, el film está narrado desde su punto de vista, aunque sin que en ningún momento se produzca una exteriorización de su pensamiento. Pero un día el vecino (Iulian Postelnicu) se introduce en su casa, ayuda a su esposa e hijo con la computadora, se come su comida, lo contrata para un trámite burocrático para su coche, y lo mira cínico y desafiante, en una absoluta invasión a su organizada privacidad. La incomodidad de Patrascu va en aumento, y el habitual no te metas -que conocemos sobre todo quienes hemos vivido un régimen totalitario- se revierte: ¿Es acaso su propia conciencia la que lo persigue, en la forma del posible asesino?

El director opera una peculiarísima versión del thriller, que en nada se parece a las realizaciones del cine clásico que Hollywood nos tiene acostumbrados. Sin casi utilizar primeros planos, la cámara conserva una distancia con los personajes y la acción, en sucesivos planos secuencia, y hay cierta sequía en el tratamiento. Nunca una explicación, nunca un fluir de la conciencia de ninguno des sus personajes, nunca una explicitación de los motivos que se ponen en juego tras las acciones, nunca una concesión a la corrección política. Sólo percibimos la expresión de Patrascu y sus cambios de conducta. Todo lo cual saca al espectador de su cómodo, conocido lugar, sacude su propia conciencia, produce un batido de posibles planteos morales. Valores como responsabilidad, solidaridad, deber o culpa no están en cuestión (¿o sí, sutilmente?), y descubrir al asesino es un detalle irrelevante. Muy significativa resulta una charla entre amigos, donde los conceptos machistas y prejuicios contra las mujeres plantean una actualidad que testimonia que el "Ni una menos" refiere hoy a un flagelo que excede las fronteras.

Muntean ha realizado remarcables films previos: The Paper Will Be Blue, Boogie y la excelente Aquel martes, después de Navidad. En todos ellos presenta conflictos morales, situaciones límites, cuestionamientos de la gente común, sin una bajada de línea, sin una moraleja. El vecino trasunta la angustia de una clase media individualista, que ve su comodidad amenazada. Vale destacar el trabajo de Patrascu: es un burócrata, gestor de automotores, organiza papeleos, sabe tratar con los funcionarios y empleados gubernamentales, controla y ordena gestiones. Ese es el orden que pretende conservar.