El último maestro del aire

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Un film que no cumple con las expectativas

Está basado en una serie animada

Con una sola película, el director M. Night Shyamalan consiguió decepcionar a tres grupos de entusiastas del cine y la televisión que no tenían ninguna cosa en común hasta que él decidió adaptar y realizar El último maestro del aire. Por un lado, están los jóvenes seguidores de la original serie animada de Nickelodeon que tuvieron que ver cómo sus queridos y graciosos personajes de la TV se convirtieron, bajo la mirada del director de Sexto sentido , en aburridas caricaturas apenas útiles para contar la historia. Por el otro, los espectadores que gustaban del suspenso y el terror al estilo de Shyamalan que, en este caso, no encontrarán ni uno ni el otro. Y, finalmente, a los interesados en las bondades del 3D, una tecnología que aquí fue aplicada en posproducción y parece complicar la experiencia visual del espectador más que intensificarla.

Esperando al mesías

El relato comienza en las heladas tierras del pueblo del agua, una tribu oprimida por los poderosos señores del fuego desde que, cien años atras, el último maestro del pueblo del aire, y posible mesías capaz de dominar todos los elementos, desapareció sin dejar rastro. Hasta que los hermanos Katara (Nicola Peltz) y Sokka (Jackson Rathbone), integrantes de la tribu, descubren a un niño atrapado en una esfera de piedra que podría ser el tan necesitado Avatar, nombre por el que se conoce al posible maestro de todos los elementos. Aun contando con el interesante material que aporta la serie animada realizada al estilo animé y con un argumento que incluye mitologías cercanas a creencias del budismo como la reencarnación y el poder de la meditación, Shyamalan no logra elaborar aquí un cuento demasiado coherente. Ni siquiera entretenido. Si hay un elemento que es posible rescatar del film, parte de una trilogía cuya segunda entrega ya fue confirmada aunque con otro director, es la actuación de Dev Patel ( Slumdog Millionaire ) que consigue dotar a su personaje, el príncipe Zukko, de una sensibilidad de la que carece el resto de la película. Un film de temperatura tan baja como los paisajes que muestra.