El último exorcismo

Crítica de Miguel Frías - Clarín

¿Demonio o locura?

Falso documental centrado en un pastor que quiere demostrar la falsedad de sus acciones.

El último exorcismo combina elementos de viejos clásicos de terror, como (obviamente) El exorcista ; de falsos documentales -como El proyecto Blair Witch , REC , Cloverfield o Actividad paranormal - y de un viejo filme casi desconocido en la Argentina, como Marjoe , ganador de un Oscar en 1972 en el rubro documental. Su tema es un predicador que, arrepentido de haber manipulado durante años las conciencias de incautos, se expuso a que lo filmaran e hicieran una película con él.

La propuesta de El último..., así planteada, suena inquietante y tentadora; y, durante gran parte de su desarrollo, lo es. Hasta que, en el último tramo, el realizador alemán Daniel Stamm parece no saber qué hacer con la historia y se desbarranca sin remedio. Una pena, porque, a esa altura, los buscadores de sobresaltos cinematográficos estarán excitados.

En el inicio, el pastor Cotton Marcus (Patrick Fabian) admite, a través de su testimonio a cámara, que parte de su “trabajo” fue estafar a personas sugestionables, muchas de ellas trastornadas, que se creían poseídas por el demonio. Más que de arrepentimiento, su tono es lúdico y hasta jocoso. Con ese espíritu toma uno de los tantos pedidos que le llegan y decide transformarlo en una película, acompañado por un hombre -siempre fuera de campo- y una mujer, quienes lo siguen, cámara en mano, a una zona rural de Louisiana. Ahí, aislados, conviven un fanático religioso, Louis Sweetzer (Louis Herthum), un hijo algo perturbado y una hija adolescente, Nell, criada con rígidos preceptos morales. La madre de la familia murió de cáncer. En los últimos tiempos, dice Louis, muchos de sus animales aparecen muertos y la ropa de su hija, ensangrentada.

Con dificultades, Marcus y el equipo de rodaje se meten en la casona. El objetivo incial: mostrar el engaño del predicador a la familia, a través de la simulación de un exorcismo a Nell. A partir de ahí, el filme (con sus planos cercanos, imágenes fuera de foco y movimientos frenéticos) registrará una historia, casi siempre siniestra, que logra jugar con la intriga. ¿Se trata de una familia psicótica? ¿De una niña poseída de verdad? ¿De un padre abusador que enfermó a sus hijos? ¿De un simple brote de una adolescente huérfana entrando en la pubertad? Sin perder el escepticismo religioso ni el humor, o perdiéndolos gradualmente, Cotton quiere revelar el misterio, que oscila entre el misticismo y el realismo. Lo esperan un mundo aterrador, muchos interrogantes y un desenlace malo. Como si Stamm hubiera querido incluir también algo de El bebé de Rosemary , de Roman Polanski. Demasiado, ¿no? Final risible.