El túnel de los huesos

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Hay luz al final del camino

Nacho Garassino hace su debut como director (solía producir, si mal no recuerdo, "El otro lado", en televisión) con un solvente y prolijo producto sobre un hecho policial muy importante en los 90: la extraordinaria fuga de siete convictos de la cárcel de Villa Devoto cavando un túnel que conecta el hospital de la prisión con el exterior. El cine argentino tiene pocas referencias de films de esta naturaleza (cosa extraña, a pesar de tener uno o dos estrenos por semana pareciera que hay géneros como éste que no interesan mucho a los realizadores, dramas sobran) por ende le prestamos atención a su lanzamiento y tuvimos suerte: para ser una ópera prima, Garassino tiene claro qué contar, cómo hacerlo y que camino tomar. Su película está hecha con un presupuesto acotado pero suple todas sus falencias de producción con una gran dirección de actores y un guión interesante que si bien no abunda en detalles específicos, atrae y entretiene con armas nobles. "El túnel de los huesos" es una película de fuga casi convencional pero está bien hecha y cumple su objetivo.

Corre enero del 91 y en la primera toma vemos como cinco reclusos, logran salir a la superficie en una calle cercana a la cárcel. Están desnudos, embarrados y eufóricos, un portero de edificio los mira extrañado mientras fuma... Es una noche calurosa y esa imagen de observador curioso se instala en el espectador de inmediato: algo de eso nos pasará, seguiremos el derrotero del grupo para lograr evadirse, instalados en una visión casi imparcial que nos regalará detalles singulares de los siete fugados, pero nunca tomará partido por ningún bando, lo cual se aprecia en el resultado final. Por algo esos sujetos estaban allí, y si bien sus ansias de libertad podrían ser justas, lo cierto es que cruzárselos alguna noche no sería una buena experiencia para muchos de nosotros. Decimos, la empatía necesaria para la construcción de ese vínculo (en términos cinematográficos), era una tarea complicada, pensada desde afuera. Ahora, Garassino encuentra el punto exacto para contar una historia llamativa y ubicar la cámara como testigo de ese plan, donde debe estar, sin titubear en la construcción de personajes ni profundizar en sus conflictos previos al hecho en sí. Creo de esa manera el film se vuelve más previsible y lineal (sabremos lo justo y necesario, o menos, de cada hombre que integra el grupo) pero también obtuvo un resultado más digerible para el público corriente.

El hecho policial del escape, noticia de fuste en su momento, es cubierto por Ricardo Ragendorfer, periodista de especializado en crímenes que aparece aquí recreado por Jorge Sesán. El hará su trabajo registrando datos de lo sucedido aunque a poco de inicada la tarea de búsqueda del material, será contactado con dos de los fugados: Vulcano (Raúl Taibo) y Toro (Daniel Valenzuela), quienes accederán a contarle cómo pudieron salir de la cárcel, motivados por una promesa que hicieron durante la construcción del túnel. En la vida real, este cronista recibió el premio Príncipe de Asturias por su trabajo de investigación del hecho y el libro para esta película se enriqueció con el testimonio de otro sobreviviente, elementos que fueron capitalizados por Garassino para la elaboración del relato: siempre interesa conocer un hecho así, por la complejidad de su ejecución y lo arriesgado de llevarlo a la práctica. Pero volviendo al relato, Vulcano le deja claro a Ricardo que ellos están dispuestos a reconstruir el hecho, por una poderosa razón. Cuando estaban a mitad de la tarea de excavación, dieron con varios esqueletos en el túnel y todo pareciera indicar que pertenecieron a hombres desaparecidos durante la dictadura militar, enterrados en una fosa común. Ellos sienten que deben traer luz a ese lugar en agradecimiento por haber escapado con vida de ahí.

La atmósfera tumbera se respira en cada cuadro y el grupo que se fuga, está bien caracterizado, con nota destacada para "Triple", Germán Da Silva, quien secunda con solvencia el destacable trabajo de Taibo y Valenzuela quienes cargan las mayores responsabilidades actorales de la cinta. Hay un aceptable trabajo en el resto de los secundarios que aportan en igual medida al objetivo común: interesar sin estridencias, pero de manera creíble. Como rasgo a subrayar, la gente que se fugó del penal no eran amigos entre sí, (excepto Vulcano y Toro) sino que coincidieron en la tarea, sólo por trabajar en el hospital del lugar, concepto que toma muy bien el director para pintar las diferencias del grupo a la hora de encarar cada paso de la construcción del túnel. Nuevamente lo real se recrea de manera sensata y el film termina ganando en peso cuando llega al instante deseado: salir a la superficie y ser libre.

No es una película de las que el público naturalmente apoya, pero es un trabajo destacable en cartelera que merece su reconocimiento. Este es el camino que deberían transitar varios directores del nuevo cine argentino para enriquecer los distintos géneros que ýacen olvidados a la hora de contar historias. Y que no son, precisamente por falta de presupuesto (el INCAA produce mucho) sino por falta de buenas ideas.