El sol

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Tras haber recorrido festivales nacionales y del exterior en los últimos dos años, finalmente El Sol de Ayar Blasco tiene su estreno en los cines argentinos. Lo hace a tan solo semanas del cuestionado lanzamiento de Soledad y Larguirucho, otra producción animada hecha en el país, y en ese sentido se presenta como su antítesis. Animación con Adobe Flash de bajo presupuesto, compensa las limitaciones técnicas con originalidad y libertad creativa, ejemplo concreto de un cine hecho puertas adentro con más ideas que plata.

Con una influencia clara de Mercano, el Marciano, de la que el director fue dibujante, se trata de un relato post-apocalíptico y marginal, en el que dos jóvenes buscan su lugar en un mundo en ruinas. La adicción a las drogas y la violencia son tópicos que perduran aún frente a una tierra devastada, en la que el Sol quema como nunca y la muerte tiene diferentes formas. Con un lenguaje agresivo repleto de insultos, se conduce una historia cargada de humor, en la que la línea que separa al héroe del villano es más bien tenue, y la corrupción cala profundo en la naturaleza de los hombres, aún liberados de la excusa de los políticos.

Si bien por momentos abusa del vocabulario soez, a tal punto que la escalada de malas palabras se convierte en un recurso repetido, la película transita una muy lograda primera parte, en la que se desarrolla la historia de Once y La Checo, como dos versiones argentinas de los personajes de South Park, y se delimitan los principales puntos a tener en cuenta en este deformado paisaje. Llamará la atención entonces el descontrol que se desprenda de este rico planteo, con secuencias inconexas que parecen tender a cubrir tiempo de pantalla, detalle que no se puede pasar por alto cuando tiene una duración de escasos 65 minutos. El corto derrotero hasta el final será en la forma de una suerte de viaje onírico complicado de seguir, bien musicalizado pero con las mismas dificultades de sonido presentes en toda la producción.

El Sol es un proyecto personal y ambicioso que, aún con sus fallas, se constituye en un raro exponente, y en ese sentido valioso, de la ciencia ficción y la animación nacional dirigida a un público adulto, a la cual le ha costado trascender la frontera de la Internet.