El silencio del puente

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Voces sobre corrupción en la frontera

La diferencia entre un informe televisivo y un documental cinematográfico consiste en la capacidad de concentrar al espectador y mostrarle, sin fisuras ni trucos de edición, una realidad que le es ajena o desconoce por completo.

El puente San Roque González de Santa Cruz une Posadas, Argentina, con Encarnación, Paraguay. Inaugurado en 1990, el sueño de que dicho puente se convirtiera en símbolo y real unidad entre Argentina y Paraguay se fue deshaciendo frente a la evidencia de algo más palpable y terrible. El puente se convirtió en un puesto de frontera corrupto, convirtiendo a la pauperizada población de la zona en traficantes o cómplices de traficantes. Primero de mercaderías varias, y en muchos casos, finalmente, en narcotraficantes. La corrupción, por supuesto, le abre la puerta a toda clase de crímenes, llegando al homicidio, como se narra en el film. El relato gira en torno a tres personajes, los cuales han luchado o luchan contra el silencio que gira en torno a todo lo que ocurre alrededor del puente. Aurora Lucena, viuda de un gendarme que murió en confusas circunstancias persiguiendo traficantes bajo el puente, y que intenta averiguar las reales causas de la muerte de su marido; la de Eduardo Petta un ex fiscal paraguayo destituido al realizar un procedimiento para evitar el tráfico, y que explica con lujo de detalles la insólita situación por la cual fue desplazado debido a no ser corrupto; y la de Ricardo de la Cruz Rodríguez, un abogado que prepara un informe acerca de la criminalización de la pobreza en la zona. La suma de esas historias y otros testimonios fluctúan entre la desolación de un espacio de corrupción total sin arreglo y la lucha de estos personajes –y la película– por conservar sus valores y su deseo de verdad. Tanto ellos, como la película, confían en que un cambio es posible.