El sexo de las madres

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Mujeres y un trauma del pasado

Ana (Victoria Carreras) y Laura (Roxana Blanco) hace mucho tiempo que no se ven, pero el reencuentro es imprescindible para que el pasado retorne desde las heridas no cerradas y a través de algunos hechos horribles de recordar. Pero necesario de hacerlo. Ambas son distintas pero complementarias y las dos tienen hijos adolescentes, que desconocen aquel pasado turbio y espantoso.

El paisaje selvático de una zona de Tucumán será el marco ideal para el reencuentro afectivo, cariñoso y nostálgico entre dos mujeres que articulan su amistad entre preguntas, recuerdos y frases que dicen poco o mucho, pero que no resultan suficientes para ocultar el dolor.
Tercera película de la realizadora Alejandra Marino, El sexo de las madres jamás enfatiza el tema de la violación ni subraya la trama a través de la catarsis y la exhibición de los hechos. Desde ese perfil bajo y visceral elegido por la directora y guionista, lejos de la declamación pero profundo en su certeza, El sexo de las madres encuentra su tono justo y sin histerias, constituido por sutilezas en el trazado de personajes y situaciones. En esas miradas de Ana y Laura que se dirigen a un hombre del que sospechan lo peor, se refleja el trauma que proviene del pasado, o en todo caso, ese pasado que puede retornar en cualquier momento. En esa fusión entre personajes y paisaje (nunca manifestado como postal turística), la película encuentra su centro, ocultando el tema con inteligencia, pero también, mostrándolo desde sus capas más horrendas. En un llanto no demasiado estentóreo, en el cariz melancólico que viven los dos personajes centrales (valiéndose de una dupla actoral absolutamente funcional y de transparente discreción) y en la compleja relación que ambas viven con sus hijos adolescentes, El sexo de las madres abre puertas hacia otros caminos que secundan al tema central del film: el horror del pasado no podrá modificarse pero la vida sigue adelante. Eso sí, recordando, como manifiesta el silencioso último plano de la película.