El secreto de Adaline

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Todo para una trama cursi

No es Christopher Lambert como Highlander ni tampoco Orlando, un film inglés de inicios de los '90 con Tilda Swinton. Tampoco los personajes de Crepúsculo ni algún otro vampiro con varios años encima. Es la eternamente joven Adaline Bowman (Blake Lively, seductora como un témpano), nacida en 1908, que a los 29 años sufre un tremendo accidente automovilístico, logrando sobrevivir pero con una yapa impensada para ella: será la misma de siempre hasta que aparezca Ellis Jones (Michiel Huisman, ídem que la primera actriz) y así intentar acabar por las suyas con la maldición. Sí, El secreto de Adaline reúne el total de ingredientes de una historia cursi: romance mezclado con ciencia ficción revestida de aforismos new age, luz blanquecina ideal para escenas de parejas de enamorados, alguna lágrima que trata de explicar el porqué de la maldición, secuencias en blanco y negro que rememoran el pasado de la protagonista (allí se hace hincapié en la Segunda Guerra Mundial) y encuentros con gente mayor que aconseja y sentencia sobre cómo se debería seguir con una extensa vida. Parece mentira pero no es así: el cine mainstream norteamericano, por lo menos una parte de su cuantiosa producción anual, se ve reflejado en esta clase de historias con personajes que traspasan décadas y no envejecen ni un poco. En El secreto de Adaline, como sucedía en Un cuento de invierno (con Colin Farrell) y aquella historia con caballos alados y amores a través de siglos, se apunta a un espectador "joven" y "soñador" adicto a las noches crepusculares. La gran pena es ver a Ellen Burstyn (El exorcista) en un papel menor y a años luz de su calidad como actriz.