El secreto de Adaline

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Zonceras románticas bien fotografiadas

Este secreto se puede explicar en pocas palabras: fantasía romántica melodramática y ñoña. Adaline, también conocida como Jenny, es una mujer con un pasado. Un vasto pasado, debido a que, aunque aparenta 20 años, en realidad hace rato cumplió los 100.

A diferencia de Dorian Gray, la juventud eterna de esta beldad no tiene una explicación sobrenatural que sirva de relieve al conflicto moral que planteaba Oscar Wilde en su maravillosa novela. Aquí en cambio hay un absurdo resorte argumental acompañado por un desarrollo no menos absurdo. Por momentos el asunto se vuelve involuntariamente divertido cuando la incoherencia se aplica más a las situaciones realistas, con diálogos que parecen salidos de algunas de esas escenas de relleno escritas demasiado rápido de alguna tira de Suar. En este sentido, la actuación del galán Michiel Huisman (de "Game of Thrones") es tan minimalista en su caricaturesco papel de joven millonario dedicado a causas nobles como para acentuar la sensación de telenovela folletinesca, en este caso con pretensiones de fábula existencialista,

Es que la idea sería que Adaline, dado que sabe que sobrevivirá a cualquier compañero incluyendo su perrito- huye de todo compromiso y termina viviendo una existencia vacía sin animarse a vivir en serio.

Como una esfinge a veces realmente inexpresiva Blake Lively escucha este consejo de gente como el lunático astrónomo Harrison Ford, cuyo personaje hace que Indiana Jones parezca shakespeareano. Sin embargo es la aparición del personaje de Ford el resorte para que el folletín, narrado hasta ese punto con un tibio pulso narrativo, termine tomando ritmo e intensificando sus retontos conflictos pasionales.

Formalmente la película es mucho mejor que en lo narrativo, argumental y actoral, y sin la formidable fotografia de David Lanzenberg, las casi dos horas de ñoñerías serían insoportables.