El Rati Horror Show

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Reír para no llorar

La tercera película del documentalista Enrique Piñeyro vuelve a ser tomada por la crítica como de visión obligatoria. El ex piloto y actor ya había incursionado en el cine documental y de denuncia -como siempre escribe, dirige y actúa- con Whisky Romeo Zulú, sobre la tragedia de LAPA, y con Fuerza Aerea S.A., en donde denunciaba el deplorable estado de la aviación civil en el país.

Esta vez Piñeyro sigue metiéndose en temas escabrosos y peligrosos, al punto en que uno como espectador llega a preguntarse hasta dónde puede llegar y cómo logra la valentía para animarse a algo así. El tema del filme es el caso de Fernando Carrera, un hombre que actualmente se encuentra preso por ser condenado injustamente -de manera deliberada- por un hecho delictivo confuso y mediante la connivencia de la policía de la zona con el aparato judicial. Piñeyro no se guarda nada, investiga a fondo y explica con lujo de detalles los pormenores del hecho, para que el espectador comprenda sin problemas hasta donde llega la corrupción de los involucrados. Luego acusa y arremete sin pelos en la lengua contra los culpables de esta condena aberrante sin parecer temeroso de las consecuencias. Y quizás se queda algo corto cuando se "enfrenta" a los jueces de la causa (que en realidad son unos muñecos a los que llama con los nombres de los jueces) y les explica que los que deben estar presos son ellos; luego de tanta valentía, da la sensación de que hubiera sido audaz un encuentro cara a cara con ellos.

Para quienes no lo conocen -como yo, debo admitir-, Piñeyro es un tipo bastante simpático y que cae muy bien en la pantalla. Él se hace cargo del relato la mayor parte del tiempo y le pone el cuerpo a las explicaciones en el lenguaje más coloquial posible, permitiendo descripciones claras que no dejan afuera a nadie. Es un tipo que asume su rol de director en pantalla y termina siendo, con sus gestos y sus ironías, uno de los atractivos principales del filme. El otro atractivo, sin dudas, es el despliegue visual utilizado para describir los acontecimientos, incluyendo su arsenal de tecnología -todo convenientemente de la marca de la manzanita- y la original narración, que transcurre como si los espectadores fuéramos testigos de la producción del filme, como si estuviéramos presenciando una suerte de backstage que termina siendo la película misma.

El apartado técnico es muy bueno: la imagen se ve muy correcta y el sonido se escucha perfectamente. Y, como ya se ha dicho, el despliegue visual de las descripciones es una frutilla del postre notable.

No hay mucho más para decir porque todo lo que tiene que ver con la causa judicial y la triste historia de Carrera está dicho de manera inmejorable en el filme. Tal vez se pueda criticar la falta de algunos elementos en el desarrollo de la historia y un excesivo intimismo en la producción del relato que transcurre quizás demasiado puertas adentro.

El rati horror show es una historia que merece ser escuchada, un documental de visión obligatoria que está contado de una manera atractiva y poco solemne, pero no por eso menos sentida, que denuncia un ejemplo de corrupción policial y judicial como tantos que hay en nuestro país. Y en donde Piñeyro hace lo mismo que hacemos nosotros como espectadores, reír para no llorar.