El porvenir

Crítica de Lucas Moreno - La Voz del Interior

La salvación del espíritu

Sobria, frágil y reposada, El Porvenir contempla la crisis existencial de una profesora de filosofía. Isabelle Huppert regala otra interpretación hipnótica.

Una película en la que leen a Karl Krauss, reclaman por un libro de Schopenhauer, se hurtan una obra marcada de Levinas o recitan a Pascal en un velorio podría ser un disparate snob, pero ninguna pretensión falsa asoma en esta sexta película de la realizadora Mia Hansen-Løve (El padre de mis hijos, Edén), que se erige como un monumento melancólico sobre la figura del filósofo.

La virtud de El Porvenir está en diluir la aspereza del lenguaje filosófico para arrojar luz sobre la mundanidad de gente que hace de la filosofía un medio de subsistencia. Mia Hansen-Løve logra que sus personajes vivan y padezcan sin pintarlos como iluminados, excéntricos o locos; la realizadora ni siquiera cae en la tentación de ponerlos a debatir conceptos con pantomimas irónicas. Y aún así, la filosofía es absorbida por el relato.

El foco cae sobre Nathalie, una profesora interpretada por Isabelle Huppert, que a esta altura ya merece un altar en la historia del cine. Nathalie observa cómo su mundo se despedaza. No catastróficamente, más bien como una agonía, como un árbol que se deshoja. En esta languidez existencial irá buscando la forma de rearmarse para encarar un futuro con expectativas amargas.

Estamos ante un filme tan modesto como inteligente, capaz de impregnar la filosofía sobre el cuerpo de sus personajes. Dentro de sus posibilidades, todos tomarán decisiones trascendentes: divorciarse, tener un hijo, aislarse en una granja, dejarse morir. Mia Hansen-Løve no explica por qué sus personajes asumen estos cambios, simplemente los exhibe, permitiéndole al espectador valorar si por cada acción hay un reverso de pensamiento. Allí entra en juego la sutileza de los detalles, hendijas cotidianas que descubren la angustia detrás de estas decisiones. El filósofo, por primera vez en un filme, no está trastornado por las ideas. He aquí una coyuntura humana, demasiado humana. Y bella.