El porvenir

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

“El cuerpo de Huppert” podría ser otro buen título para esta película que en su título original algo más sonoro se llama L´avenir (2016) o El porvenir, tal como se estrena en Buenos Aires. Es el cuerpo flaco de la Huppert, esmirriado, caminando en pasos cortos por las calles de París, un cuerpo nervioso y ensimismado, de una actriz que, haga el personaje que haga, tiene la capacidad de atravesar la trama como un rayo cálido o helado. Siempre enorme.

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El porvenir está dirigida por la joven y prolífica Mia Hansen-Løve, (Eden, Goodbye first love), que además es pareja de Olivier Assayas, visitante reciente de el Festival de Mar del Plata.

Aquí, Nathalie es una profesora de filosofía de escuela secundaria de París, con un contrato en una pequeña editorial como autora de libros escolares. Está casada con otro profesor desde hace 25 años, y tiene dos hijos. Una madre con demencia senil y una casa de campo en Bretaña. La confesión de su esposo que la termina abandonando por otra mujer es el primer signo de una serie de cambios que tendrá que afrontar hacia otros momentos de su vida.

El porvenir es una película de detalles pequeños: la tumba de Chateaubriand en la isla de Grand Bé, un gato que se esconde debajo de la cama, una biblioteca partida en dos, un libro que se reclama, la amistad con un joven ex alumno, un ramo de flores tirado a la basura. Y momentos sublimes, la clase en un parque con sus alumnos hablando de la Verdad o el regreso a París bajo el sonido de un fragmento de opera de Schubert, en el que las olas del mar acompañan las sensaciones internas de un personaje, ella, la Huppert meciéndose con un ramo de flores en la mano, corriendo para no perder el tren que la lleva a su madre enferma, acompañado por planos secuencias de extrema belleza.

Huppert es grande, muy grande, y habrá que ver más películas de Hansen-Løve que con este film ganó el premio a la mejor dirección en el Festival de Berlin 2016.