El poder de la moda

Crítica de Pablo Martinez - CineFreaks

Regreso sin gloria

Por momentos parece que estamos perdiendo el tiempo, pero por una extraña razón no se puede dejar de ver The Dressmaker, el regreso de Jocelyn Moorhouse tras casi 20 años sin dirigir. No porque sea buena. Desde ya derribemos esa concepción. No lo es, ni por asomo. Pero quizás sea por la estratégica dosis de recursos narrativos, que vagan zigzagueantes por una decena de géneros a través de una historia que al menos en papel luce interesante. O quizás simplemente por la siempre deslumbrante Kate Winslet y sus escenas con Judy Davis.

Lo cierto es que esta película da demasiados motivos para odiarla, por varias incongruencias en el relato -que no vienen al caso revelar, pero se darán cuenta solos si se animan a verla-, errores garrafales a nivel formal y ciertos caprichos de casting como la mismísima Winslet, que no encaja para nada con las edades del resto de los personajes en ese micro-universo infernal provinciano que quiso armar Moorhouse con esta ensalada de géneros.

Y esto último es, quizás, lo único valiente y destacable de The Dressmaker. Un paseo por el spaghetti western, el melodrama romántico típico de la tv de cable los domingos por la tarde, la comedia negra y hasta un poco de slapstick. Todo eso amalgamado con un abanico de personajes, pintorescos, sí, pero a la vez dispares y en registros dramáticos muy diferentes, siendo parte de una historia que se presenta sumamente oscura y luego vira hacia algo completamente indefinido y extravagante.

Llena de lugares comunes, un grotesco preciosismo en la puesta en escena y personajes llevados al límite de la sobreactuación, The Dressmaker solo tiene atisbos de buen cine cuando Hugo Weaving está en el tono justo (el único personaje creíble en todo este despropósito), Judy Davis conserva su dignidad no se sabe bien cómo, y Kate Winslet brilla con su luz propia frente a la cámara. El resto… vaya uno a saber qué es realmente. Tal y como se le puede aconsejar a Tilly, el personaje de Winslet, le podemos decir a Moorhouse: a veces conviene no volver.