El planeta de los simios: Confrontación

Crítica de Gustavo Martinelli - La Gaceta

Contundente parábola sobre la evolución

Una nación en crecimiento de simios evolucionados genéticamente y que están dirigidos por su líder César, se ve amenazada por un grupo de sobrevivientes de una letal epidemia que ha dejado a los humanos al borde de la extinción. La paz se mantiene, pero en forma frágil. La guerra es inminente y de ella saldrá la nueva especie dominante del planeta.

Apenas transcurridos los primeros minutos del filme se tiene la sensación de que lo que va a venir es una película de las buenas. De esas que no dan respiro y que mantienen al espectador atornillado a su butaca hasta bien entrados los créditos finales. Y es que esta nueva entrega de la saga “El planeta de los simios”, supone un paso adelante en la concepción del best seller de Pierre Boulle que ya tuvo una primera aproximación en 1968, con Charlton Heston como protagonista.

Sí, porque en “Confrontación”, la trama adquiere un dramatismo contundente y sostenido que ya había sido esbozado en “El planeta de los simios: (R) Evolución” (de 2011): han pasado diez años desde los sucesos que terminaron en el Golden Gate con un violento enfrentamiento entre simios y humanos. César y los suyos se han instalado en el bosque y han progresado como sociedad de simios inteligentes. Mientras tanto, una epidemia que se inició una década atrás, ha diezmado de forma terrible a la especie humana. La tregua entre primates y hombres se mantiene hasta que uno de los bandos decide romper ese equilibrio. Entonces sobreviene el infierno.

Como se ve, la historia mantiene la coherencia y la lógica del primer filme y ese es uno de sus grandes logros. El otro tiene que ver con su impresionante factura técnica. La perfección de los simios creados por computadora apabulla; a tal punto que los actores de carne y hueso se diluyen y pierden protagonismo ante unos simios que incluso llegan a conmover con sus “actuaciones”.

En este sentido, el trabajo de Andy Serkis es magistral. Convertido ya en un experto en la técnica de captura de movimiento, Serkis -quien también dio vida al inolvidable Gollum de “El señor de los anillos” y al temible pero querido gorila gigante de “King Kong”- compone a un César “humanista” que se debate entre lo correcto y lo desacertado; entre lo moralmente aceptable y lo sencillamente despreciable; entre lo civilizado y lo bárbaro. Tal como si fuera un líder humano.

Y, de alguna manera, este minucioso trabajo de Serkis obliga a repensar el tema de la actuación en la era digital. ¿Serán los actores del futuro imágenes virtuales? ¿Podrán esas imágenes expresar los mismos sentimientos que los actores humanos? Esta película permite suponer que sí, aunque en este tema aún hay mucha tela para cortar.

Mención aparte merece el trabajo de Gary Oldman (siempre correcto) en el rol del líder de los humanos. El resto del elenco acompaña con esmero y sin descarrilar. Pero, sin lugar a dudas, el disfrute verdadero está en los simios. Ellos son las estrellas del filme.