El plan B

Crítica de Marina Yuszczuk - ¡Esto es un bingo!

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Para que las chicas no compremos esperma congelado en tubitos de ensayo, la paranoia hollywoodense, siempre un paso adelante –no sea cosa que la aberración madresolterista independiente y económicamente autosuficiente con arranques de omnipotencia y ninguna conciencia de la incompletud de un sexo que requiere tener un hombre al lado para esos menesteres invada el planeta y los varones sólo se necesiten para completar los equipos de fútbol- trae esta lección de puntero en mano en la forma de comedia romántica semifea semipropagandística con gancho de ver a Jennifer López adelgazada después de un embarazo múltiple con culo vuelto a su lugar, y un tema de actualidad y tan candente como la compraventa de semillas para producir hijos.

El dibujito animado que abre la película, ilustrativo de ese reloj biológico que les pone a las chicas a determinada edad anteojos de cigüeña y pañales y bebitos gateando, es inmundo pero por suerte termina y da lugar a un comienzo tímidamente prometedor: la chica, Zoe, treintona y dueña de su propio pet-shop después de entregar años de su vida a las corporaciones, pero eso no era para ella, con sensibilidad romántica que requiere un empleo artesanal o que implique cuidar algo, ya sea florería (Jennifer Anniston en la peor del mundo comedia romántica Love happens), librería para chicos (Meg Ryan en la muchísimo mejor You´ve got mail), repostera (Meryl en It´s complicated, de nuevo Meryl y Amy Adams en la también efronística Julie&Julia), o cuidadora de su perrito paralítico como es el caso, se hace inseminar por un doctor viejito y no se aguanta las ganas de tirar un chiste atrás del otro sobre el tema –“Deberíamos darnos un abrazo, ¿no? Capaz que acabamos de hacer un bebito”, etc. etc.- en un comienzo con un poco de gracia y aparentemente bastante de provocación a ciertos modelos tradicionalistas de familia y de paternidad.

Jennifer está linda, tiene una gran espalda que termina de la mejor forma posible y en este caso se la ve casi simpática, no como el bloque de hielo autocompasivo que era la sirvientita estirada cenicientofílica de la muy solemne Maid in Manhattan. Lástima, lástima, terrible lástima, que el hijoputa machista director de este bodrio y la hijoputa machista que escribió el guión no le concedan ni cinco minutos de felicidad autosatisfactoria a esta bonita, porque no bien sale de la clínica reproductora se sube a un taxi en medio de la lluvia y al mismo taxi se sube el chico que, se sabe, se va a casar con ella y por ese medio matrimónico la va a salvar del desgraciado destino de madresoltería. Un horror, porque a partir de ahí se nos muestra a la chica como una irresponsable adolescente impulsiva descocada que en un arranque de vaya a saber qué incremento hormonal había decidido cultivar un hijo y que ahora, ante la aparición de un musculético fabricante de quesos artesanales –a uno de los cuales en honor a ella nombra “Zoe”, que es lo que todas las chicas queremos- piensa que ojalá que le de negativo el evatest porque tiene una cita.

El corolario de todo lo expuesto, que la maternidad a solas no es otra cosa que una alternativa desesperada al sueño de mamá y papá y los dos nenitos, hace que la caprichosita Zoe inculpe a su quesero cuando de puro paranoica flashea que está a punto de dejarla y lo increpe con un “¡Ah, pero me vas a dejar criando a este bebé yo solita!”, que era supuestamente lo que ella había planeado desde un mismo principio, así que francamente no entendemos a Zoe y nos parece bastannnnte pavota. En medio de todo esto, dos corolarios más: primero, que una mujer que pretende arreglárselas sola con un hijo, como para confirmar esa verdad de la naturaleza de que los padres, si no fuera por nuestra cultura, no tienen un pito que ver en el asunto –bueno, pongámosle que un pomo- es decididamente un monstruo, una amenaza para los cimientos de esta civilización que todavía quiere verse patriarcal a todo trance, y segundo, que una mujer que pretende arreglárselas sola con un hijo, como todas las madres solteras-de-verdad del grupo de autoayuda en el que participa Zoe, es decididamente un monstruo, ya sea en forma de gordita ridícula o de chongo tatuado de apariencia lésbica o de negra culona, como para que nadie dude de esta verdad un poco triste pero necesaria de que si quedaron solas es porque son feas, qué tanto ni qué tanto.